PROCESO DE MADURACIÓN

Vive sin ataduras de los demás al aprender a ser independiente

Vive sin ataduras de los demás al aprender a ser independiente

Vive sin ataduras de los demás al aprender a ser independiente (Fotos: Ilustrativa Unsplash)

Al día 30/09/2022 23:05 Víctor Jiménez Actualizada 23:05
 

Depender de las opiniones ajenas para decidir cómo actuar, depender económicamente de alguien más, depender emocionalmente de la pareja, todas estas formas de subordinación coartan nuestra libertad y nos impiden realizarnos plenamente en diversos planos.

Ser independiente significa actuar de acuerdo con nuestros principios, deseos, necesidades y decisiones. Encargarnos de nuestra vida forma parte del proceso de maduración.

No estoy hablando de autosuficiencia, sino de una sana individualidad. Ser independiente tampoco se trata de aislarse, pues el aislamiento no lleva a nada bueno y sí puede provocarnos depresión o un sentimiento de ser socialmente inadecuados.

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Ni el individualismo ni la dependencia son la solución a nuestros problemas. Una autonomía balanceada, conformada por mi independencia y sensatez, involucra saber cuándo comportarme de forma autónoma y reconocer cuándo necesito de los demás. Se trata de hacer un continuo intercambio del tipo que ya se da en nuestro entorno.

Si observamos la naturaleza, nos podremos dar cuenta de numerosas muestras del intercambio constante que existe entre los diferentes elementos que la conforman.

Las rémoras se encargan de limpiar la piel de peces más grandes, como los tiburones, a cambio de un medio de transporte rápido y cómodo.

Las flores proporcionan néctar a las abejas, que en retribución se encargan de esparcir las esporas y el polen necesarios para la reproducción de aquellas.

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En nuestras interacciones diarias, podemos advertir cómo los estudiantes se benefician del conocimiento y la experiencia de su profesor, a la vez que éste se nutre de la vitalidad y el empuje de sus alumnos. Ambos se benefician de este intercambio.

La autonomía balanceada requiere que las personas sean conscientes de que también pueden interactuar y compartir.

Por ejemplo, para que una pareja funcione de manera óptima se hace necesario que esté conformada por tres miembros: los dos integrantes de la pareja y la unidad que conforman.

Necesitamos la conexión con el otro, mas esto no significa que debamos depender de él. El intercambio sano y la capacidad de fluctuar entre el “Yo”, el “Tú” y el “Nosotros” nos lleva a un mayor nivel de desarrollo y madurez, que es imposible alcanzar sólo por medio de una autonomía mal entendida, que raya en el individualismo. Para actuar de manera autónoma no es necesario renunciar a la individualidad, sólo es necesario compartirnos con los demás.

Ni dependencia ni independencia absolutas son la opción en la interacción con los demás. Comprender esto nos permite optar por una tercera opción: una conexión con el otro, en la que mantenemos nuestra identidad a la vez que somos conscientes de que en ocasiones necesitaremos de los demás. Admitirlo humildemente es parte de nuestra madurez.

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(Fotos: Ilustrativa Unsplash)

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