En entrevista con uno de los danzantes

'Limpias' en el Zócalo de CDMX, descubrimos lo que hay detrás

Las reglas del colectivo marcan que deben pasar dos años para que los iniciados puedan limpiar

(Foto: Javier Ramírez, El Gráfico)

Al día 23/02/2018 12:01 Javier Ramírez Actualizada 09:14
 

Frente a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, con la mirada fija en el copal, Óscar permanece de pie y en absoluta tranquilidad, como si nada más existiera a su alrededor.

Lleva puesto lo que todo danzante mexica necesita para lograr su cometido, que es ofrendar a un ser superior omnipresente todo lo bueno que pueda ser capaz de hacer, o surgir.

Las plumas de pavorreal de su penacho rebasan el metro de longitud. Lucen imponentes, coloridas, más vivas que nunca, como si el portador original aún estuviera ahí. El centro es una máscara de ocelote que Óscar trae consigo sobre su cabeza.

En los brazos y en las piernas, morenas por el sol, también tiene plumas -negras- así como pulseras de cuero y adornos elaborados con decenas de conchas de caracoles.

A su alrededor están algunas bolsas que contienen distintas hierbas de fuerte aroma, unas cuantas piedras, pulseras y bálsamos.

“El caracol representa el viento, el sonido de Quetzalcóatl”, nos dice Óscar Rangel Rivero, quien desde hace siete años forma parte de este grupo ubicado en el Zócalo capitalino, dedicado a la danza y a las 'limpias' de cuerpo, mente y alma.

Cuando entró a la universidad esa actividad le ayudó a pagar sus estudios; hoy es egresado de Sociología, por la UNAM.

Todo empezó en un grupo de ensayo, donde gracias a su curiosidad aprendió las primeras formas de esta práctica. Él venía desde el municipio de Ecatepec en el Estado de México, para cumplir con una jornada de baile que todo principiante debe realizar.

Las reglas del colectivo marcan que deben pasar dos años para que los iniciados puedan limpiar. “Acerca de las limpias yo no sabía hasta el momento que llegué aquí. Cuando te integras a los grupos hay ciertas actividades que no puedes hacer, esto de hacer limpias pues son personas que aprenden de medicina tradicional, gente de pueblo”, menciona.

Agrega que “mucha gente nos dice que hacemos ritos satánicos, cuestiones que no van. Lo que nosotros hacemos es por el gusto de estar vivos”.

La vestimenta de color negro representa el Mictlán, que significa el lugar del reposo, “debemos siempre estar en contacto con esa transformación. Más allá de pensarse como la muerte es una transformación que vivimos día a día. Nos dormimos y despertamos siempre siendo otros, tratar de ir evolucionando, de ir cambiando, de no quedarnos estancados”.

Óscar está seguro de que todo esto, a lo que el llama 'Mitotequiza masehualistli' en náhuatl, es una bendición que a diario agradece, “es un gozo poder despertar, poder caminar, comer”.

Para él, la limpia es como una terapia relajante, que a la vez sirve como introspección. “Mucha gente cree que tiene propiedades mágicas, yo la verdad nunca he estado de acuerdo en esa situación, para mí es como entrar a un temazcal. Tiene que ver con entrar en contacto con tus pensamientos, cómo ves las situaciones que estás viviendo; en el momento hay gente que lo estás limpiando y se pone a llorar, porque pues es toda la cuestión mental”.

Añade, “de eso a que mágicamente te ayude a atraer buena suerte pues no, yo sí trato de decirle a la gente, esto no te va a ayudar más allá de lo que tú te quieras ayudar a ti mismo. Se trata de relajarte para que tomes mejor las decisiones y de este modo tu vida vaya mejor”.

Tras sincerarse, nos nombró algunos de los elementos principales en la realización de una limpia: carbón, ocote, bálsamo de hierbas, albahaca (para las vías respiratorias) o pirul (abre los poros). También el copal, la esencia de los dioses, “lo hueles, pero no lo ves, es como el toque de divinidad, es algo místico, entra dentro de ti”.

“No me considero católico, cristiano, soy creyente, creo que hay algo que rige este universo, sí creo que existe algo que hace que las cosas sucedan, en mi vida ha habido muestras” platica Óscar, quien todos los sábados y domingos, de ocho a ocho, cumple con su jornada.

“Yo me veo en el futuro pacificado, me gustaría ser director de una preparatoria, promover este tipo de actividades en las escuelas, conseguir el espacio para que mis compañeros puedan ir y difundir realmente, que se les dé un trato digno. Me gustaría que todos los índigenas de México tuvieran una vida digna”, enfatiza este danzante mexica y sociólogo.

(Fotos: Javier Ramírez)

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