La creciente del Río Cazones devoró Poza Rica. La ciudad que convirtió a Veracruz en un estado emblema del progreso energético por su riqueza petrolera hoy está enterrada en fango, entre muebles hinchados, excremento, cadáveres de animales y manchas de aceite crudo de petróleo.
Los hogares están en ruinas y las calles devastadas. En las colonias cercanas al río hay autos atorados en los postes de luz, colchones en los techos y paredes demolidas, todo como consecuencia de la fuerza del agua.
“Esta es la peor inundación que he vivido. Mis abuelos pasaron la del 55, yo viví la del 75, la del 79 y la del 2007, pero esta fue diferente porque en menos de una hora el agua subió al segundo piso, y llegó tan alto que soltó los cables de luz. Sólo se oían gritos de auxilio. Se veían irse coches grandes y personas. Creí que todos íbamos a morir”, relata Gilberta Ortega.
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El aire huele a lixiviados, gasolina y agrio. “Es porque hay cuerpos de personas y de animalitos que no flotaron por el peso del lodo. También porque el pueblo es petrolero, entonces yo creo que la cresta del agua rompió tuberías de cualquier ducto, pero eso nos da miedo, no sé si el aire se pueda prender por ese gas”, explica y se cuestiona la mujer de 71 años.
Gilberta habla del tema desde un dormitorio improvisado a la orilla de la calle, frente a su casa, que fue pérdida total. La base de cama y colchón fueron traídos por su hermana, desde Gutiérrez Zamora para crear certeza del abandono gubernamental.
Ella vive en la colonia 27 de Septiembre, pero el panorama es similar en Floresta, Palma Sola, México, Las Granjas, Las Gaviotas, Ampliación Morelos y otras cercanas al Río Cazones, donde familias completas están damnificadas, esperan la ayuda.
“Ni el Ejército, ni las autoridades han regresado desde el desbordamiento. El sábado vino un soldado y me dio comida y agua, pero después se fue. Luego vino la gobernadora con la Presidenta, entonces pasaron a jalar el lodo con máquinas, pero cuando ellas se fueron, los soldados corrieron atrás, pero yo no lo lamento porque entre vecinos no nos falta solidaridad”, comenta Nidia Salinas, vecina de Gilberta.
Santiago y su esposa, también de la colonia 27 de Septiembre, lograron salvarse tras escuchar el silbato de emergencia de Pemex y salir de su casa antes de que el agua lo cubriera todo.
“Antes teníamos el orgullo de que Poza Rica era un emblema, por su Ejército, sus marinos, sus instituciones y, de hecho, en los 90 fuimos la segunda economía del país. Hoy eso ya es un recuerdo. Los funcionarios no están barriendo las calles con nosotros, vienen con sus zapatos blancos que no se pueden ensuciar y en sus camionetas altas a tomarse fotos para su publicidad”, reclama.
Cansados del abandono, los habitantes de las colonias más afectadas preparan una demanda comunitaria por la falta de respuesta del gobierno estatal y federal. Exigen atención médica, limpieza de residuos tóxicos y apoyo para reconstruir sus viviendas.
“Nos dejaron solos. Dejaron sola a la ciudad que tanto les dio con su petróleo”, lamenta Santiago.