La Presidenta evocó a las heroínas anónimas, aquellas que desde la intimidad de sus hogares o en la dureza de sus trabajos, han sostenido el tejido social del país. Recordó a "las indígenas, las trabajadoras del hogar, las bisabuelas que no aprendieron a leer", pintando un mosaico de la fortaleza femenina que ha sido el cimiento sumiso de México.
Con palabras que buscaron resonar en el corazón de cada mexicana, Sheinbaum proclamó: "Llegan nuestras madres que nos dieron la vida y después volvieron a dárnoslo todo. Llegan nuestras hijas, hermosas y valientes, y llegan nuestras nietas". En ese momento, muchas lágrimas se derramaron en el recinto y seguramente en los hogares de todo el país.
La nueva mandataria no olvidó a los hombres en su mensaje de unidad. "Gobernaré para todas y para todos", aseguró, tendiendo puentes hacia un futuro donde la igualdad no sea una meta, sino una realidad cotidiana.
Al cerrar su discurso, Sheinbaum dejó una promesa que vibró con la fuerza de siglos de lucha femenina: "Tengo la certeza de que consolidaremos juntas y juntos un México cada día más próspero, libre, democrático, soberano y justo".
Con Claudia Sheinbaum al timón, México no solo ha elegido una presidenta, ha elegido un futuro donde el género no determina el destino.