Entre las calles Panaderos y Mineros, en el tuétano del Barrio Bravo, una escultura antropomórfica dorada, con trinchete en mano y postrada en un globo terráqueo custodia el inmueble a donde llegan decenas de personas diariamente a rendirle culto al Angelito Negro.
Es la imagen de Baphomet. A sus pies son varias las veladoras que a llama viva dan calor a flores, cigarrillos de tabaco y de mariguana, botellas de whisky y de cerveza que sus creyentes ofrendan a la deidad colocada por Alexis, “el Chino”, tras una promesa que el joven tepiteño hizo tras un serio problema familiar.
“Mi madre sufría cáncer, la desahuciaron, entonces le pedí con mucho a mor y fe al Angelito Negro que me la salvara y me lo cumplió, como agradecimiento lo puse (el altar), y ahora cada vez más gente viene con fe”, aseguró Alexis, fundador del altar.
Foto: (Alberto González. El Gráfico)
Después de recorrer un angosto pasillo, en un pequeño cuarto dividido en dos piezas alumbradas por decenas de veladoras que aumentan el calor que se pronuncia como si, efectivamente, se estuviera entrando al mismísimo averno, un pentagrama colocado en el medio de uno de los muros rojos, el “ángel caído” yace rodeado de monedas, billetes, fruta y piezas de oro, como cadenas, esclavas y dijes que desde hace por lo menos cuatro años le han ido ofrendando.
En la otra pieza más representaciones de el Diablo, de la Santa Muerte y de Jesús Malverde, así como varios crucifijos colgados al revés, son testigos de las limpias que ahí se llevan a cabo.
Vecinos aseguran que políticos, deportistas y miembros de grupos generadores de violencia llegan a pedirle favores al exiliado del paraíso.
El sincretismo se hace presente cuando al finalizar sus visitas, los seguidores del Angelito Negro, tras abrir los ojos, hacen la señal de la cruz y se persignan para cerrar la petición al desterrado que cada vez más gana adeptos.