“Ya hemos tenido como cuatro o cinco reportes de robo a casa habitación en la periferia, principalmente en las colonias Zapata, Renacimiento, la Cuesta, así como incendios provocados. La última etapa en este tipo de situaciones es que se puede matar por un pedazo de pan o un celular, esa es la que sigue si no se contiene ahorita todo”, advirtió.
En un recorrido se constató que centenares de personas se aglomeran en las gasolineras inoperantes para extraer el combustible, como si fueran “huachicoleros”. A pesar del riesgo, hacen largas filas por unos litros de combustible sin importar que pueda ocurrir una tragedia.
En tanto, muchas personas caminan sobre la Costera buscando comida en los establecimientos saqueados y algunos a sus familiares, como el caso de la señora Martha Ovando, quien llorando deambula por el puerto pidiendo ayuda para localizar a su hija, Rosa María Serrano Ovando y a su nieto Fernando León González Serrano, porque desde el huracán no tiene noticias de ellos. Viven en la colonia Icacos.
Entre el caos y la desesperación, hay familias que también entierran a sus muertos, que al momento suman 27, según el gobierno federal, pero muchos tienen dudas.
Arcelio Quiroz Vázquez denuncia que en la colonia Icacos murieron dos personas por el huracán, y las autoridades no han realizado el levantamiento de los cuerpos.
Otis devastó Acapulco de punta a punta, desde donde se reproduce casi nítida la misma imagen: desolación, desesperación, destrucción.
Todos los súper mercados, Oxxos, farmacias tiendas de conveniencia están vacíos. Ninguna autoridad ha impedido los saqueos, incluso algunos se han dado a la vista de policías y soldados.
No se han habilitado comedores comunitarios, tampoco se ha informado sobre el reparto de ayuda. En Acapulco cada quien está resolviendo lo suyo. Tratan de sobrevivir.