Desde el penal mujer dice que es inocente

Lilia Angélica relata que fue víctima del tráfico de drogas y que aún no entiende lo que pasó

(Foto: Archivo El Gráfico)

Al día 14/08/2015 12:22 Redacción Actualizada 12:22
 

Por Cristina Pérez Stadelmann

Lilia Angélica es una mujer de trato suave. Sutil en sus gestos, mueve las manos y el cuerpo como la bailarina que es. Tiene 21 años, los cumplió el 20 de abril. “Fue mi primer cumpleaños en la cárcel, pero también será el último”, confía. 

A partir del pasado 1 de enero, día en el que fue trasladada al Cefereso de Tepic, Nayarit, acusada de tráfico de drogas, dejó de tener un nombre y comenzó a ser la presa número 19-32.

Angie (como la conocen en el penal) aún no entiende lo que le ocurrió. Explica que el 31 de diciembre de 2014 tomó un vuelo que la llevó a Armenia, Colombia. “Ahí revisaron mi equipaje, pasó por rayos X; revisan mis cosas; me sellan mi pasaporte; documento mi maleta; abordo el avión. Llegamos a la escala en Bogotá. Ahí nos informan que debemos bajarnos del avión, transbordar. Ya no veo mi maleta. A las dos horas subo a otro avión rumbo a México”.

Relata que “llegamos al aeropuerto de México. Mi maleta demora mucho en salir de la banda; es la última. Un hombre se acerca y me pide que lo acompañe, dice que mi maleta es sospechosa. Me llevan a un cuarto de revisión y después de seis horas contra la pared y con las manos esposadas, vuelvo a ver mi maleta, pero esta vez puesta en una mesa y al lado de ella con paquetes que me dicen que son de droga. ‘Ya valiste’, me grita un hombre”. 

Después la remitieron a la SEIDO en un separo, incomunicada; luego voló más de ocho horas hacia el penal de Tepic.  Esposada y con los ojos vendados, rodeada de federales encapuchados, “como la peor delincuente, gritos, violencia sicológica”, describe. 

“Han sido ocho meses de terror. Sé que soy inocente y la verdad siempre sale a la luz. Voy a salir de aquí con la cara en alto, con mi nombre limpio. Yo soy una víctima de tráfico de drogas y los protocolos en los aeropuertos y en las aerolíneas tienen que cambiar”, concluye mientras abraza una y otra vez a su padre.

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