TRAS EL SISMO DEL 19 DE SEPTIEMBRE

Hacinados, estudiantes toman clase todos los grados en Coacalco

Alumnos de la escuela Francisca Romero fueron reubicados a un centro social, pero trabajan con muchas complicaciones

(Foto: Tristan Velázquez, El Gráfico)

Al día 04/06/2018 13:30 Tristan Velázquez Actualizada 19:19
 

El sismo del 19 de septiembre expulsó a los alumnos de la escuela primaria Francisca Romero Salgado, en Coacalco, para confinarlos en el Centro Social San Rafael 1, donde antes se practicaban diferentes disciplinas deportivas y recreativas como: karate, taekwondo y ballet.

Nunca como ahora, maestros y padres de familia esperan ansiosos que concluya el ciclo escolar, ante las condiciones de hacinamiento en las que los pequeños toman clase.

Y es que, tras del temblor del 19-S, cinco salones resultaron afectados por un hundimiento —aunque no colapsaron—, la dirección y los baños tuvieron que ser demolidos, lo que fue suficiente para que el dictamen señalara que ya no podían ser utilizadas.

Tras semanas sin clases, se les asignó provisionalmente el centro social que se encuentra a casi dos kilómetros de distancia de la escuela.

TODOS JUNTITOS

Desde entonces, los alumnos de los grados de segundo, tercero, cuarto y quinto, de los grupos A y B, comparten una misma nave, separados apenas unos centímetros entre sí y por una línea imaginaria trazada por las bancas alineadas. Los pequeños de segundo, pueden ver fácilmente lo que escribe el maestro de tercero en el pizarrón; los de cuarto se distraen cuando escuchan que el maestro de quinto repasa la lección. “En el salón de eventos tenemos a los ocho grupos juntos y ocho maestros trabajando en el mismo espacio, todos escuchan la clase que da el profesor de al lado; de hecho, cuando hay exposiciones los mismos compañeritos, de grados diferentes, se aplauden porque escuchan la exposición del grupo de al lado”, comenta Viridiana Villegas Arellano, directora del plantel. 

En otro salón del centro social, los más pequeños, los de primer año, colorean y recortan junto a una montaña de mobiliario porque el pequeño cuarto también se utiliza como bodega; además, los cuatro grupos comparten el espacio con una oficina administrativa del centro social. 

CAE MATRÍCULA

Socorro, una de las profesoras de más experiencia, acepta que para los maestros este cambio ha sido difícil; es su caso porque ella trabajaba en el plantel desde hace años, vio pasar decenas de generaciones y, de pronto, vio cómo la matrícula cayó como sacudida también por el sismo. Antes del 19-S, la escuela Francisca Romero Salgado tenía una población de 310 alumnos en el turno matutino, misma que se redujo a 255 tras la reubicación en el centro social; en el turno vespertino, el número de alumnos alcanzaba los 215 estudiantes, el que disminuyó a 164.

PIDEN USAR AULAS PROVISIONALES

A casi nueve meses del sismo y a un mes y medio de concluir el ciclo escolar, los papás exigen que las autoridades entreguen la escuela reparada o, por lo menos, les permitan usar las aulas provisionales construidas en el interior del plantel a las que sólo les falta la instalación eléctrica y los sanitarios. 

Aunque agradecen que las autoridades municipales abrieron el espacio para acogerlos, los maestros insisten en que las condiciones del lugar no son las óptimas ni para ellos, ni para los estudiantes.

“Es complicado trabajar aquí, el espacio es muy reducido, no hay personal de limpieza, no hay seguridad pública, hay poca higiene en los baños, raras veces tenemos agua y no hay ventilación apropiada”, menciona la directora.

La falta de infraestructura, según la directora, ya ha provocado accidentes. “Tuvimos que cercar la entrada porque hubo un percance con un pequeñín que fue mordido por un perro que se metió”, comenta. 

TRASLADO, GASTO EXTRA

Por su parte, los padres de familia han resentido también en sus bolsillos el cierre de las instalaciones escolares por el gasto extra que les genera trasladarse a la nueva sede de la escuela, porque en muchos casos, el plantel estaba a unos pasos de sus domicilios. Ahora, para llevar a sus hijos, deben utilizar Uber, taxi o transporte público, además de que deben anticipar sus salidas para llegar a tiempo.

“Se han acercado camionetas para ofrecer sus servicios de transporte escolar, algunos padres optan por gastar, otros prefieren caminar, pero eso también los ha hecho víctimas de la delincuencia de la zona”, menciona la directora. 

PREVÉN PROTESTAS

A casi nueve meses del sismo, esta comunidad educativa sigue esperando respuesta del gobierno municipal, aunque ya contemplan llevar sus exigencias a las calles para obtener una solución ante la desesperación que les provoca la situación que enfrentan, provocada primero por la naturaleza y, después, por la incapacidad de las autoridades.

(Fotos: Tristan Velázquez)

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