ADEMÁS TRABAJA EN LA CENTRAL DE ABASTO

Don Felipe estudia ingeniería a los 79 años

Don Felipe, quien este año ingresó a la Universidad de Puebla, recorre el campus con su costal, cargado de útiles y una laptop

Al día 02/12/2016 16:00 Redacción Actualizada 16:02
 

Fabiola Cancino

Fotos:Omar Contreras

Todo está acá, dice don Felipe, mientras se lleva el dedo índice hacia el rostro y lo coloca en medio de la frente; de inmediato, baja la mano y la coloca a un lado del corazón: “y acá”. Resume así el secreto que lo ha impulsado a estudiar la carrera de ingeniería industrial, a sus 79 años.

Su aspecto cansado contrasta con la facilidad con la que toma del suelo un costal que hace las veces de mochila, en el que lleva sus útiles y su computadora portátil; se lo coloca al hombro, toma también su poncho de jerga y se dirige al elevador. “Eso sí, no uso escaleras, estuve a punto de que me cortaran un pie...”, justifica y sigue su camino por los pasillos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Acaba de terminar una de sus clases en Ciudad Universitaria y debe atravesar el campus —un tramo caminando y el otro en autobús— para tomar la siguiente cátedra.

Entre clase y clase, en el camino, en una jardinera, en el elevador o en el autobús, narra su historia; don Felipe recuerda anécdotas y se entusiasma con el futuro. Al pasar por la biblioteca, los vigilantes le sonríen; él aprecia el gesto y agita la mano mientras se despide. 

Es una celebridad entre la comunidad universitaria, aunque es tratado sin distinciones ni privilegios entre los alumnos y los profesores.

Y como tal, se desenvuelve sin empacho en el espacio público. Continúa su paso, algo tardo, encorvado, con sus botas tipo minero casi nuevas que contrastan con un pantalón de mezclilla que le queda muy flojo y una sudadera roja raída.

Inmune a la moda o las normas sociales, cuenta todo lo que ha tenido que atravesar en ocho décadas de vida. 

Cada surco en su rostro, de aspecto rudo, recuerda que no se trata de un joven estudiante, como con los que toma clases, pero tiene el mismo entusiasmo que ellos, que se ríen con él y que lo ayudan para que sea más llevadero su andar por las aulas. Mientras describe cómo son sus días, se desvela que vende frutas y verduras en la Central de Abasto en Puebla y en el tianguis de Tepeaca. Aunque llega tarde, —sale a las 14:00 horas de la universidad—, dice que alcanza a vender algo de verduras que lleva en otro costal.

PASADO MISTERIOSO

Es viernes —día de tianguis— e inicia su actividad a las ocho de la mañana con la primera clase; termina después de las ocho de la noche, cuando llega a su casa, en la colonia 20 de Noviembre, en una zona popular de Puebla, refugio, cuya dirección guarda con celo y al que se niega a que lo acompañen porque, desde su punto de vista, no hay nada qué ver.

Esa misma reserva tiene sobre su historia individual, al involucrar a la familia es cauteloso, se sale por la tangente. Asegura que tiene dos hijos, luego que son tres y finalmente acepta que son cinco. Sólo con uno tiene buena relación: Antonio, un ingeniero que vive en la frontera, en El Paso, Texas, “el único que me salió bueno, el que estudió. Está lejos, pero lo siento cerca. Le puedo echar un telefonazo y me responde sin importar la hora y me anima”.

Cuando habla de él se asoma una sonrisa desdibujada por la dentadura incompleta y deja entrever que su Antonio es uno de los motores que lo llevaron a estudiar.

“Se me rebeló. Me dijo ‘me obligaste a estudiar y tú no sabes nada’, pero después, andando conmigo (lo acompañaba a trabajar), vio que no era tan fácil”, dice.

De sus otros cuatro hijos no habla: un hombre que vive en la frontera y tres mujeres que viven en la misma ciudad que él.

“Qué Dios los bendiga”, dice para eludir una plática que finalmente se convierte en frases de las que saldrán escasos datos: tiene algunos nietos y su esposa murió hace 16 años. Desde entonces vive solo. “Sigo estudiando y trabajando, ese es mi capital. Veo las cosas muy fáciles. La vida no es difícil, uno se la pone difícil”, presume gustoso. 

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