"Esas coincidencias" Por Lulú Petite

Una tarde, cuando éramos novios, escuchó una conversación explícita, casi obscena...

Lulú Petite
Viral 12/11/2013 05:25 Lulú Petite Actualizada 05:26
 

Querido Diario:

David sabe que soy puta, pero se enteró por accidente, no porque yo decidiera decírselo.

Una tarde, cuando éramos novios, escuchó una conversación explícita, casi obscena. Me estaba poniendo de acuerdo para ver a un cliente. Fue una conversación de rutina, de esas que repito casi cada vez que contesto el teléfono, algo más o menos así: “Mis servicio es tipo novios, con besitos, caricias, mimos, sexo oral y vaginal, todo con preservativo. ¡No hago anal! Cobro tanto por una hora y nos podemos ver en tales y cuales moteles”. Después de esas frases lapidarias, no hay mucho que explicar, las cosas fueron cayendo por su propio peso y terminó enterándose de mi doble vida.

Aclaro: descubrió mi oficio, pero no supo que, además de puta, soy tan cínica que escribo mis aventuras en un periódico. No le conté que me anuncio como Lulú Petite, de hecho, no sabe dónde me anuncio ni los detalles rotundos y escabrosos de mi vida brincando de cama en cama. Mucho menos le dije nunca que, al contar aquí mi historia, muchas veces he terminado dando detalles de la suya, incluyendo los cuernos que ahora le ponen y los que en su momento yo, por motivos laborales, le puse impunemente.

Después de todo, una de las cosas que nos permite seguir siendo cuates, es que desde que se enteró de la naturaleza de mi chamba, aunque terminamos, se ha portado como si nunca lo hubiera sabido. Como todo un caballero, jamás ha tocado ni siquiera sutilmente el tema ¿para qué entonces iba yo a hacerle aclaraciones no pedidas?

Digo esto porque la semana pasada me preguntaron varias veces sobre el riesgo de que David leyera el texto donde narré mi encuentro con su novia en el lobby de un motel cuando ella estaba haciéndole de chivo los tamales.

Decidí que podía escribir del tema porque, a fin de cuentas, lo hice durante toda nuestra relación y afortunadamente nunca se dio tinta. Sería mucha coincidencia, pensaba, que de entre tantas personas que conoces, lo que escribes caiga exactamente en manos de sus protagonistas.

El caso es que esa misma tarde descubrí que, esas coincidencias a veces pasan. Estaba terminando de comer cuando recibí una llamada:

-Hola- me dijo -A que no adivinas quién soy.

-No me gustan las adivinanzas, mejor dime quién eres.

-Soy, Paco, de Guadalajara. Nos conocimos en un restaurante, soy el que celebró el gol de las chivas.

Claro que lo recordé. Lo vi hace poco, cuando fui a chambear a Guadalajara. Estaba cenando mientas en la televisión pasaban el partido de las Chivas contra Morelia. En los últimos minutos el chiverío metió un gol que les permitió rescatar un empate indecoroso. Aun así, Paco pegó un penoso grito, como si fuera gol de campeonato.

Trató de ligar conmigo en ese momento, pero me fui a trabajar. Cuando estaba a punto de irme de Guadalajara, como si el destino se empeñara en hacernos coincidir, me lo topé en la calle, frente al antro al que me había invitado. Igual me seguí derecho pensando que, aunque jamás lo vería de nuevo, como anécdota podía ser divertida para compartirla.

Lo que no calculé fue que él leyera el Gráfico y reconociera en mis palabras la descripción precisa de lo que habíamos vivido. No le quedó duda: La chavita de los tacos, era Lulú Petite.

Nos pusimos de acuerdo para vernos. Me pareció gracioso, después de todo cuando lo vi pensé que era lindo y, si no tuviera novio ni hubiera ido a Guadalajara a trabajar, igual lo habría dejado que me ligara.

Me gustó verlo de nuevo tal y como lo recordaba: delgado, joven, de ojos bonitos y sonrisa dulce. Algo en la ternura de su mirada me intimidó. Me sentí rara, así como no sabiendo por dónde empezar. Afortunadamente él tomó la iniciativa. Me agarró de la cintura y, con delicadeza, puso un beso en mis labios. Sabía rico.

Sus dedos caminaron por mi espalda de abajo hacia arriba y luego, de regreso, se detuvieron en mis nalgas. Las apretó con suavidad, jalándome hacia él. Sin dejar de besarme hizo que mi pelvis rozara contra la suya y sentí el bulto endurecido en el pantalón con el que estaba a punto de hacerme suya.

Se lo acaricié sobre la ropa. Se sentía rígido y de buen tamaño. Sinceramente estaba muy excitada. Le bajé el zipper, metí mi mano, me abrí camino por su trusa hasta encontrar su sólido miembro, suave al tacto, caliente, rico. Seguí besándolo cuando me sentí lubricar. El deseo palpitaba entre mis piernas, supe que disfrutaría mucho en sus brazos. Se la saqué y, sin interrumpir esa perfecta sucesión de besos, comencé a jalársela. Cuando lo llevé a la cama y comencé a desnudarlo, estábamos tan excitados que nuestros cuerpos parecían arder.

Se puso el condón con prisa, me puso boca abajo, con las manos tendidas hacia arriba y mi cara contra el colchón, me tomó de las muñecas con una sola mano, grande, firme, determinante y me la metió de una estocada. Grité de placer antes de sentir como un orgasmo, casi inmediato y categórico dominó mi cuerpo haciéndome temblar de placer entre la furia de sus embestidas.

-Te invito a cenar- Me dijo después del sexo. No acostumbro salir con clientes, así que le di una evasiva profesional.

-Lo siento amorcito, yo cobro por hora, y la cena también es tiempo.

-Está bien. Te pago otra hora para que aceptes mi invitación a cenar.

Y así, con argumentos tan convincentes, terminamos compartiendo la cena y una conversación inmejorable. Qué bueno que me leyó.

Un beso.

Lulú Petite

 

 

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