Una verdadera reforma educativa

Martí Batres

OPINIÓN 14/05/2019 09:04 Martí Batres Actualizada 09:04

En diciembre del 2012, al iniciar el sexenio de Enrique Peña, se votó la que hoy se conoce como “mal llamada reforma educativa”.

Si bien se presentó como una enmienda en el ámbito educativo, su contenido era eminentemente administrativo y laboral: su objetivo fundamental era establecer un nuevo régimen de ingreso, promoción y permanencia de los docentes en el sistema público de educación básica que derivaría en el sometimiento del magisterio.

Esa reforma se acompañó de fuertes acciones represivas hacia el profesorado y las comunidades que acompañaron a los maestros en protesta contra dicha decisión. Parecía que esta reforma “educativa” haría realidad la máxima que reza: “la letra con sangre entra”.

La reforma de Peña Nieto creó un sistema de evaluación personal y estandarizado que no calificó el trabajo de los profesores en el salón de clases y pasó por alto las desigualdades regionales, las carencias o ausencias de infraestructura educativa, así como la precariedad laboral con la que los maestros tienen que realizar su trabajo.

La intención de dicha medida nunca fue mejorar los contenidos pedagógicos, sino amenazar a los profesores al poner en riesgo su permanencia en el empleo a partir de un examen que no contemplaba aspectos educativos.

A diferencia de aquélla, la nueva reforma educativa aprobada la semana pasada por el Congreso sí centra su contenido en materia educativa y pone en el centro a los estudiantes, así como los medios para elevar su nivel académico. Podemos decir, entonces, que esta sí es una verdadera transformación educativa.

El mayor avance se da en que, por primera vez, el Estado asume la obligación de impartir educación en todos los niveles, desde el inicial hasta la superior. Ahora la educación pública será obligatoria, universal, inclusiva, pública, gratuita y laica.

Además, incluirá un enfoque de derechos humanos, de igualdad sustantiva, libertades, cultura para la paz y honestidad en la educación, y elevará los niveles educativos en ciencias y humanidades, matemáticas, lecto-escritura, literacidad, historia, geografía, civismo, filosofía, tecnología, lenguas indígenas, lenguas extranjeras, deporte, artes, cuidado del medio ambiente, educación sexual y reproductiva, así como el fomento al pensamiento crítico y el vínculo entre escuela y comunidad.

Las y los docentes serán distinguidos como protagonistas del proceso educativo, creándose un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización permanente del magisterio a partir de un Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación, coordinado por un organismo público descentralizado, con autonomía técnica, operativa, presupuestaria, de decisión y de gestión, con personalidad jurídica y patrimonio propios y no sectorizado.

Ahora, las maestras y los maestros podrán especializarse en funciones docente, directiva o de supervisión, dependiendo de su interés en el ámbito magisterial y se fortalecerán las instituciones públicas de formación magisterial, en especial las Normales y se impulsarán acciones alimentarias en las escuelas de educación básica de alta marginación.

Ahora sí podemos decir que habemus reforma educativa.

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