Llegamos juntos al éxtasis

ZONA G 11/09/2018 11:30 Lulú Petite Actualizada 11:31
 

Querido diario: Avanzaba semidesnuda a gatas tanteando sobre el colchón, a través de su cuerpo desnudo, hasta la altura de su pelvis. Él estaba acostado boca arriba, con las manos en la nuca, mirándome.

—Aquí está —le anuncié a él con una sonrisa divertida, sosteniendo en alto entre mis dedos la tira brillante de tres condones en su empaque. Por un momento llegué a pensar que los había perdido y tendría que ir por otros a mi coche, hasta el estacionamiento rompiendo el encanto.

Me acomodé de rodillas, una a cada lado de su cuerpo, sobre sus muslos. Él se limitó a mirarme, entretenido. Seguramente, le gustó verme buscando y luego poniéndole el condón, porque su erección era tremenda, pero aun así estaba segura que se la había pasado mirándome el bamboleo de las tetas todo el rato. Me quité la tanga y quedé completamente desnuda.

Me puse en cuatro sobre la cama, con él debajo, de manera que su miembro pronto reposaba contra mi lengua. La tenía agarrada por el tronco y había abierto la boca para darle los primeros y únicos chupones, pero, estimulada por los ruidos que él había comenzado a soltar, me encontré bajando con la cara a través de su longitud entera. Él me ayudó apartándome dos mechones de pelo de la frente. Me imaginé que le interesaba ver cómo desaparecía el grueso de su erección entre la suavidad de mis labios, a un ritmo firme que nos tenía jadeando a los dos.

Él me ayudó a mantener el equilibrio mientras me montaba en su miembro. Fue un corrientazo lo que me dio en la columna cuando bajé, por fin, con su vara encerradita entre las paredes de mi sexo humedecido, dilatado por la excitación. 

Me eché hacia atrás, acalorada, y le clavé las uñas en las piernas para impulsarme de arriba hacia abajo, de ojos cerrados y boca entreabierta. Me perdí en el movimiento frenético de nuestras caderas que se buscaban, gimiendo siempre que la cabeza de su pene daba con mis puntos más sensibles allá adentro, donde se escondía mi carne más viva y caliente.

Debajo de mí, él se aferró a mis nalgas y le bastó un empujoncito para arrojarme sobre su pecho, en donde me retuvo con sus dos brazos enredados en mi cintura. Me vi inmóvil, encerrada en un lazo caliente y con un orgasmo atorado en el vientre. Gemí mientras nos besábamos, porque él se movía con lentitud adentro de mí. Cuando lo sentí hincharse y soltar a borbotones el chorro de leche, me vino un orgasmo alucinante, en tan perfecta sincronía que olvidé que esto es un trabajo.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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