En Morelos

El arte de hacer figuras de papel y cartón en Zacualpan de Amilpas

Flavio dejó su empleo en una refresquera para dedicarse a elaborar muñecos de este material

(Foto: Moisés Sánchez, El Gráfico)

Morelos 16/01/2018 12:00 Moisés Sánchez Actualizada 12:00
 

Con las fauces de un dragón a sus espaldas, Flavio Daniel Gutiérrez, de 46 años, recuerda que dejó, hace más de una década, una vida de lujos y estabilidad por seguir la imperiosa necesidad de hacerle caso a su sangre y dedicarse a hacer “muñequitos de cartón”, incluso cuando el pronóstico era adverso.

Cuando dejó su empleo en una empresa refresquera, su entonces esposa lo maldijo. Le aseguró que de la cartonería se moriría de hambre y se separó de él, “sólo por aferrarme a mi sueño”, confiesa. 

Pero Flavio, sostiene, no podía olvidarse de la tradición. De pequeño, un tío, que ya falleció, le enseñó el arte de hacer figuras de papel y cartón. 

Flavio es reconocido en el mundo de la cartonería por haber hecho dos alebrijes monumentales: una serpiente emplumada en 2015 de 15 metros de largo y que llevaba entre sus plumas hojas de maíz, así como un gato de tres metros y medio de alto, y 5 de largo por 3.20 de ancho, que está exhibido en el Centro Cultural de Teopanzolco, en Cuernavaca, y el Nacimiento monumental en Jojutla.

Aunque sus figuras se han caracterizado por ser innovadoras, nunca han ganado un premio. Sus creaciones se salen de lo convencional, no parecen de cartón y se realizan con nuevas técnicas y formas, y tal vez —reflexiona Flavio— por eso no ganan. 

Entre sus muñecos favoritos está “El Diablo”. Dentro del arte popular mexicano, sostiene, el mexicano es el único ser que se ríe del diablo y la muerte.

Aunque hoy su nombre es referente en la cartonería y en su pueblo natal fundó un taller y su empresa de cartonería llamada “Orve”, confiesa que su camino no ha sido fácil. 

“Hubo momentos, al inicio, que le empezaba a hacer caso a la madre de mis hijos, a veces no había dinero, pero la satisfacción de que la gente aplauda y valore tu trabajo es muy gratificante”, indica. 

Flavio mira sus creaciones, sus moldes, sus diablitos y luego a Elizabeth Arenas, su socia y esposa, “esto es difícil. Se vive y se vive muy bien; lo más importante, si no me hubiera dedicado a la cartonería, no hubiera conocido a Elizabeth”, sonríe. 

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