Quién rezará en tu nombre

Al día 04/10/2018 08:00 Roberto G. Castañeda Actualizada 14:43
 

I)

Me llamo Alan Gerardo. Tengo un agujero en el pecho. Es un hueco que no parece tan grande, pero es letal. Por allí se me fue el alma y el último aliento, antes de recargar mi cabeza sobre el costado derecho. Esa bala no tenía mi nombre. Se llamaba hijoeputa. Así lo dijo el tipo que me disparó sólo porque no quise entregarle mi celular. Cómo iba a dárselo, si todavía no lo termino de pagar. Yo no sentí cuando entró la bala. Me empezó a doler en cuanto vi la sangre. Y me entró pánico. Y esta sed rara. Un sudor frío me empapó la nuca y la espalda. No duró mucho, fue rápido. Era una mañana cualquiera, en esta ruta de colectivos que van hacia el Metro. Ahí quedó mi cuerpo, sobre el asiento, mientras sonaba una cumbia que ni me gustaba. Ya no llegué. Quizá en el trabajo notarán mi ausencia y pensarán que hice san lunes. Yo que nunca falto. Mi madre me echará de menos. Mi padrastro  no tanto. Que me pongan mi traje azul marino para enterrarme, el de mi graduación, que está casi nuevo. Quién carajos llorará por mí. Quién diablos me encenderá una veladora.

II)

Cuando cumplí XV años me hicieron una fiesta con vestido azul y toda la cosa. Yo no quería pero mi mamá siempre lo soñó así, para festejar como a ella le hubiera gustado cuando era una chamaca. Hay una foto grandota en el comedor. Y a mí no me gusta tanto. Será porque ya soy mayor de edad. Pero eso no tiene sentido ahora. Sólo quisiera volver a abrazar a mi madre. O probar su sopa de verdura que le queda tan rica. Ahora mi cuerpo yace inerte, violentado, en un lote baldío. Yo sólo iba a la escuela, muy temprano, aún a oscuras. Una bestia que apestaba a todas las maldiciones me amenazó con un cuchillo y me trajo hasta aquí, a este sitio horrible del que no saldrá mi cuerpo. El miedo y el dolor me atacaron como las manos de ese malnacido. Mis lágrimas harían un río junto con las de mi madre y mis hermanos. Yo sólo quería ser licenciada algún día. Y ahora sólo seré un recuerdo doloroso, esa foto de mis XV años en la sala. Me pregunto quién rezará en mi nombre, más de nueve días. Me pregunto desde estos silencios amordazados por qué hay tantas cruces sembradas en el Estado de México, en Ciudad Juárez o Veracruz. Me pregunto desde esta oscuridad fría y cruel, cuántas mujeres más habrán de morir antes de que algún funcionario se conmueva un poco. Me pregunto si alguien pintará una cruz con mi nombre. Me llamo Lucía, Mildred, Stephanie, Cristina, Judith, María del Pilar, Jessica, María Isabel, Valeria, Karla y así sucesivamente. Me llamo una angustia mezclada con lágrimas.
 
III)

Nunca me gustó el transporte público; prefiero la bicicleta. Se trata de llegar a la estación del Metro y subirme a la ecobici para llegar a la oficina. Por eso no uso falda casi nunca, porque nos faltan al respeto en cualquier esquina. Incluso puedo con eso, aunque no deja de ser muy molesto. Lo que de plano me saca de quicio son los cafres al volante, los que manejan como idiotas, los que ignoran los semáforos, los que no prenden las direccionales o van hablando por teléfono. Con el tiempo una se vuelve muy desconfiada. Así que no uso audífonos cuando voy en la bicicleta. Hay que tener los sentidos muy alertas. Pero ya vi que no sirvió de nada. Ahora estoy aquí, con la masa encefálica expuesta, sobre la plancha de asfalto. La bicicleta quedó metros adelante. Y el casco valió para una chingada. Un pendejo se pasó el alto. Era un microbús, apenas lo alcancé a ver. Ni siquiera intentó frenar. El impacto me rompió todo: los huesos, mi poca fe en la humanidad, los lentes, la vida entera. Y dolió como mil cristales incrustados en mi cuerpo. Me pregunto si atraparán al conductor, que se dio a la fuga. Me vuelvo a preguntar, como otras veces, si habrá justicia en algún lado. Y me pregunto, como lo recita Dante Guerra, "quién carajos llorará ante mi foto,/ quién maldita sea me echará de menos,/ cuando pronuncien mi nombre/ a media taza de café o en el almuerzo./ Quién repetirá que fui buena persona,/ aunque algo seri@ y medio dispers@./ Quién carajos rezará por mí,/ el día o la noche que yo caiga,/ en aquella  esquina triste/ donde se torcerá mi destino".

 

 

 

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