Hay que confrontar a los cobardes

Al día 31/01/2019 09:00 Roberto G. Castañeda Actualizada 09:03
 

Un niño está condenado a los silencios. Hoy llora, pregunta por su mamá. Ella no está, no regresará. El pequeño no sabe, no intuye, que su madre no volverá a mirarlo ni a envolverlo en sus brazos. Aquel niño está condenado a los silencios: al silencio de su madre, que murió de forma violenta. Al silencio de las autoridades, que nunca tienen respuestas. Al silencio de las cifras oficiales, pese a que los feminicidios crecen con saña inaudita. Ese niño está condenado a sus propios silencios, porque crecerá golpeado por la ausencia de su madre y no encontrará respuestas a sus miedos, a sus inseguridades, a tantas y tantas preguntas que se hará con el paso de los años.
Un niño está condenado a su timidez y a sus lágrimas en silencio. Mientras una jauría de chacales recorren las calles. Mientras las madres intentan regresar sanas a casa. Mientras las jóvenes mueren o son secuestradas en esta tierra quemada de hogueras clandestinas. Mientras los hijoeputas sacian sus bajos instintos. Mientras los gobernadores exprimen los ductos de Pemex.  Mientras los asesinos se miran en el espejo sin el menor asomo de culpa. Un niño crecerá sin los abrazos de su jefa. Una abuela lo cuidará entre lágrimas constantes.
Una madre no volverá a casa, nunca, nunca más. Y no hay tristeza que se compare con eso. Nos están aniquilando la esperanza. Están cayendo los jóvenes, las madres, el obrero, el jefe de familia y el estudiante. Están cayendo en cada esquina, en la combi o el microbús, en el lote baldío, a plena luz del día o en la boca del lobo. Están cayendo, fulminados, los buenos. Y estamos condenados a los silencios de las cifras oficiales. Estamos condenados a los pretextos de los que nos gobernarán, aquí y allá, cada sexenio. En la ciudad y en el estado, en el país. En las calles y en los maizales. Estamos condenados a que nos lleve la chingada, poco a poco, en mensualidades o con un fogonazo en la oscuridad. Mientras nadie dice nada ni escucha nada. Estamos condenados a los silencios. Maldita sea. Mal-di-ta sea.

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Una jovencita está condenada a los silencios. Su cuerpo fue violentado y ahora yace en el cementerio municipal. Ella no volverá a decir "feliz cumpleaños, papá", ni reirá con sus amigas de la escuela. Aquella muchachita de cabello rebelde y sonrisa más bien tímida será recordada en las fotografías. Y su dolor y su angustia, mientras era agredida o se desangraba, la encontraron sola. Ella se fue apagando entre silencios. Nadie imaginaba que la tragedia la encontraría a unos pasos de su casa. Y no es un caso aislado. Las mujeres están siendo silenciadas, cada vez con mayor violencia, de manera muy frecuente. Todas tienen nombre: Giselle, Camila, Magda, Karen, Laura, Liz, todas tienen un nombre que deberían seguir pronunciando. Las cifras relacionadas con la violencia son alarmantes. Y las mujeres están a merced de los cobardes.
Las jovencitas están condenadas a los silencios. Caen en el asfalto, en descampado, en el canal de aguas negras, en el día y en la noche. Ser mujer es estar condenada a la desgracia y los silencios. Pero quedarán los hermanos, padres y amigos, familiares o asociaciones civiles que hablarán por ellas. Y serán recordadas con la voz en alto.
Una jovencita camina sola hacia la escuela y aún está oscuro. Una mujer regresa del trabajo, cansada y con ganas de cenar algo, pero le preocupa la falta de alumbrado en su calle. Hay mujeres que están a merced de los cobardes, de los malparidos, afuera del Metro, en la esquina de su casa o en la parada del autobús. Hay mujeres que parecen condenadas a no regresar a casa, mientras nadie ve ni escucha nada. Hay mujeres condenadas a fallecer en silencio. Maldita sea. Con un carajo. Y parece que nadie presta atención, que están muy ocupados en lo suyo. Pero no hagamos oídos sordos, sugiero que abramos los ojos. Debido a los cada vez más alarmantes casos de mujeres que son víctimas de alguna agresión o intento de secuestro, hay que ser más observadores y empáticos. Hay que estar a las vivas y apoyar, intervenir cuando veamos un caso así o a una mujer en peligro. No se sigan de frente, hagan paro, sumen esfuerzos, graben con sus celulares. Hay que confrontar a los cobardes y replegarlos. De verdad pónganse chingones para las cosas importantes, por favor. Hoy tod@s necesitamos de tod@s. Ya basta de silencios.

 

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