Su cabeza jugosa

Sexo 02/10/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 12:59
 

Querido diario: Llovía tan fuerte, que por un momento pensé no acudir a la cita, pero él insistió. El aguacero golpeaba las ventanas de la habitación de modo que parecía estar a punto de reventar los cristales. Yo estaba en cuclillas frente a él, con su miembro en la mano, abrí la boca para acariciarlo desde la base hasta la punta valiéndome de mis labios entreabiertos. Era grueso y tenía una inclinación interesante hacia la izquierda que me puso a pensar de inmediato en cómo se sentiría cuando lo tuviera dentro.

Él no se perdía ni un segundo de mis movimientos desde arriba, siempre manteniendo las manos apoyadas en su espalda. Era más bien callado, y al parecer le gustaba cederme el mando. Ese detalle me encantó. Me imaginé que sería más excitante para él (y para mí, honestamente) dar rienda suelta a los dotes de mi propia imaginación, y de mis propios deseos, por lo que el libre albedrío me sentó de perlas. Le sonreí sacando la lengua para darme golpecitos en la boca con su erección, y de inmediato procedí a atraparle la mitad del pene con la boca. Lo vi gruñir, con la mandíbula tensa que luego aflojó para exhalar un ruidito de placer.

Absorbió el aire entre los dientes mientras yo le succionaba el paquete recubierto por el preservativo, uno con un supuesto sabor a fresa que me dejó pensando que la cabeza de su miembro se veía justo así, grande, roja y con un delicioso parecido a esa fruta.

Me ponía cachonda empujarme adentro de la boca ese pedazo caliente y palpitante que me dejaba con ganas de más. Gemí cuando lo sentí ponerse firme y embestirme ligeramente, ahora que lo agarraba por la base, mis dedos cerrados en un anillo alrededor de su diámetro. Me lo estaba comiendo entero de la punta hasta el tronco con mi cabeza rebotando de adelante hacia atrás. Cada vez que lo arropaba con la lengua se me escapaba un suspiro, parecido a un gemido.

¿Has tratado de gemir cuando te están acribillando la boca con una macana? Con una de mis manos, sostenía su miembro, con la otra me acariciaba las tetas, las apretaba y me estiraba los pezones erizados. En todo momento mantuve la vista fija en sus ojos.

Al final se la recorrí con una lamida larga, me despedí con un último chupón en su cabeza y me puse de pie. Tenía las rodillas débiles después de pasar tanto rato agachada, eso sin contar el cosquilleo de la excitación que me bailaba de los tobillos para arriba. Tomé asiento en la cama después de habérmelo traído de la mano conmigo, y le deposité una cascada de besos en la planicie de su vientre bajo donde un camino de vellos me guiaba de nuevo hasta su pene.

Lo quería adentro. Me dejé acomodar por sus manos, tumbada de espaldas y con los muslos abiertos. Ahí en el centro se ubicó él y me penetró de lleno con una sola embestida. Yo me encogí por el vientre y lo recibí con un gemido, deleitada con la vista imponente de su abdomen mientras me cogía. ¿La lluvia? 

¡A quién le importa!

Hasta el jueves, Lulú Petite

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