Placer de 20 centímetros

Sexo 15/01/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 11:21
 

Querido diario: Si de detalles hablamos, me encantó el hecho de que me mirara a los ojos cuando me bajó los calzones hasta los tobillos. Allí estaba él, desnudo y con los dedos enredados en mi ropa interior, de rodillas, resbalando sus nudillos por la piel de mis muslos, con esa expresión en la mirada que me provocaba un calor particular en el pecho; y ahí estaba yo, echada hacia atrás, con el vientre tenso y las manos hundidas en la cama. 

Me paseé la punta de la lengua sobre el labio inferior antes de mordérmelo, y entonces me sostuve en vilo un poquito, el segundo necesario para darle libre acceso a desnudarme por completo. La respiración de los dos se tornó pesada, casi cómplice. Combinó muy bien con nuestra mirada.

Luego no sé si él me abrió de piernas o yo me abrí-más que voluntariamente. Tal vez fue una mezcla de las dos. Pero el hecho es que lo tuve con la cara hundida entre mis muslos un momento más tarde. Me arqueé arriba de las sábanas blancas, gimiendo despacio y moviendo las caderas hacia adelante, casi por instinto, como pidiéndole más. Y lo cierto es que sí, así era. Fue cuando puso su lengua sobre mi clítoris que algo en mí se rompió: hizo crack en mi vientre y me retorcí con los ojos en blanco y un grito en la boca. 

Alejandro fue el primer cliente del año. Con quien di la bienvenida al 2019. El de la suerte, digamos.  Es un cliente regular. Nos vemos varias veces al año y esa tarde tenía ganas de cargarse de energía positiva ¿Qué puede haber más positivo que un orgasmo? "Ya, ven aquí", le dije con mi voz dulce, y él me sonrió mientras se acomodaba en mi entrada. Yo le devolví la sonrisa sintiéndome muy ligera, con un cosquilleo de satisfacción y frustración a partes iguales rondándome el cuerpo, frustrada porque mi orgasmo estaba ahí a la espera, satisfecha, porque ya iba a obtener justo lo que quería, en un trozo de más de 20 centímetros.

Alejandro se abalanzó sobre mí entonces, y con la fuerza de sus caderas irrumpió a todas contra las mías. Yo me aferré a su espalda con las uñas y comencé a gemir al ritmo con el que él me embestía.

Suspiré debajo suyo, despeinada, pero encantada con el ímpetu con el que me poseía, sintiendo que me encendía viva, gracias al calor con que él me invadía. La piel alrededor de mi ombligo parecía una antorcha que encendió la pólvora de un orgasmo fulminante, así estallé con su gran miembro.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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