Me tenía en cuatro

Sexo 03/01/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 10:29
 

Querido diario: Al principio no me vi en la necesidad de agarrarme a ningún lado, pero a medida que los segundos pasaban tuve que cerrar los puños en las sábanas revueltas. Él me tenía en cuatro, con las piernas dobladas de manera que mi cuerpo quedaba cerquita de la cama, y mucho más que cerca de un orgasmo bien potente. Podía sentirlo condensándose en mi vientre, e incrementándose con cada estocada que él usaba para penetrarme hasta el fondo, justo ahí.

Víctor es un cliente divertido y tiene una capacidad sobresaliente para coger. Practica yoga y dice que eso le ayuda a desempeñarse mejor en el sexo. Dice que todo en la vida es equilibrio y que, en el sexo, la mejor combinación, es una fórmula mitad libertad, mitad control. Me dio un curso intensivo:

Me tenía sujeta por las caderas, y de ese agarre se aprovechaba para atraerme hacia él justo en el momento en el que él empujaba hacia mí. Me encontré temblando de los hombros para arriba por la presión de la posición y los corrientazos del placer, a tal punto que tuve que restregar la cara contra la cama mientras se me escapaba un gemido tras otro. De esas veces que sientes como un gran orgasmo se te está cocinando en las entrañas y quieres que explote, pero al mismo tiempo quieres aguantar lo más posible para hacerlo más grande, más placentero. Sublime.

Me temblaba la espalda cuando me cogió por un tobillo para obligarme a darme la vuelta de un tirón. Un suspiro se me fugó del pecho. Lo vi arriba de mí, bien acomodado entre mis piernas abiertas mientras yo conseguía instalarme arriba de mi espalda, retorciéndome un poquito para asegurarme de que nuestro ritmo no iba a quedar roto por el cambio de posición. Y nada que ver. Él encontró su camino de vuelta al interior calientito y húmedo de mi sexo, el que invadió con su imponente pieza a punta de embestidas largas. Yo doblé las rodillas y me entregué al vaivén de la cogida, duro y marcado como me gustaba, y luego de unos instantes de idas y venidas, mis manos inquietas se aventuraron a través de mi cuerpo. 

Terminé acariciándome las tetas con los dedos flojos, solo por explotar al máximo las sensaciones, y con ese mismo propósito finalicé este recorrido en mi clítoris. A él pareció encantarle la vista. Lo oí jadear mientras se aferraba a mis muslos con las manos abiertas. Era como jugar con fuego aquello. Mientras más duro me masturbaba yo, más duras y sentidas se volvían las embatidas suyas, como si el hecho de verme dándome placer a mí misma lo desesperara.

Así estuvimos batallando un rato, pero Víctor se retiró con una estocada limpia antes de que me viniera. Yo me quedé estremecida debajo suyo, sonriendo a pesar del estallido frustrado. Mientras tanto, me quedé acariciándome el sexo encendido con calma, paseando un dedo por entre mis labios calientes y sensibles. Mi vulva estaba que explotaba de deseo, con la mirada le rogaba que me la metiera de nuevo, que me cogiera duro. El orgasmo me palpitaba entre las piernas. Entonces me la metió de un golpe, hasta el fondo y se clavó duro, provocándome un orgasmo fulminante y estremecedor.

Hasta el martes,  Lulú Petite

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