Me llenó la boca

Lulú Petite relatos sexuales

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 09/05/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:46
 

Querido diario: No acostumbro a salir con mis clientes. Una cosa es el negocio y otra el placer. Pero me la estaba pasando bien con el españolito que me invitó a comer (de quien te conté el martes) y ya tenía hambre. La pasamos de maravilla. Desde luego, una cosa lleva a la otra y, al final del día me preguntó si podía pagarme otra hora para que regresáramos al hotel.

Esa noche lo hicimos a la orilla de la cama, sin miedo a caernos y, básicamente, sin miedo a nada. Estábamos tan idos en el vaivén de nuestros cuerpos que ni el riesgo de estamparnos contra el piso nos detuvo. Yo todavía podía sentir el tamaño de su erección expandiéndome la boca.

Completamente desnuda y excitada, yo me había afanado en chuparle la pieza de arriba abajo, bien recubierta por la fina capa del condón, mientras mi sexo se empapaba despacio con mis jugos calientes. Mi españolito se adueñó el vaivén con el que me cogió la boca hasta que él mismo se decidió a ponerme de pie para besarme. Y no solo me besó: se apropió de mi cintura con los brazos, eliminando toda distancia entre nosotros dos, y luego procedió a devorarse mis labios a punta de mordiscos.

Ahora que reposaba con la espalda arqueada arriba suyo, me deleité en recorrerme con la lengua la boca hinchada por el ataque de sus dientes, respirando fuerte por la nariz y gimiendo a viva voz cada vez que su miembro se hundía en mi sexo húmedo.

Ese hombre sabe coger. O follar, como él dice. El placer me subía deliciosamente por la línea del ombligo, pero toda el área de mi pelvis que entraba en contacto con él estaba sencillamente encendida en fuego. Debajo de mí, con su pecho desnudo sirviéndole de soporte a mi espalda, él alzaba las caderas para penetrarme una y otra vez, haciéndome gemir cada vez que la cabeza de su miembro se hundía contra mi carne caliente y sensible. 

Aún así, no era solo eso lo que me estaba volviendo loca. La fricción que creaba su pene al entrar y salir de mí me tenía temblando sobre su cuerpo, afiebrada al punto que me estaba deshaciendo en sudor arriba de él. También estaba el efecto de sus manos, las que mantenía presionadas sobre mis tetas. Mi acompañante me amasaba los pechos en círculos, y solo las liberaba para estimular mis pezones ya sensibles. Cada vez que me los enroscaba con lujuria, mi clítoris se disparaba a palpitar.

Sus dedos bajaron entonces por las curvas de mi cintura en una caricia larga, mientras los míos se le enredaron en el pelo oscuro. Él me pobló toda el área del cuello hasta el hombro con un camino de besos que se me antojó muy dulce, un contraste divino con la unión agresiva de su cuerpo al compactarse contra el mío.

Me asomé por sobre mi hombro en ese momento, mi melena despeinada moviéndose al ritmo de los giros de mi cabeza. Le sonreí pícaramente entonces, sujeta a sus muslos con las manos mientras me mecía larga y sentidamente con su pieza enterrada en el tajo de mi vagina.  

Él se adueñó de mis caderas con las manos mientras yo echaba la cabeza hacia atrás, extasiada con las olas de placer que me viajaban por el cuerpo al tiempo que mis caderas subían y bajaban sobre su pelvis.

¿Qué si quiero volver a verlo? Por favor ¡Que llame! ¡Que llame!

Hasta el martes, Lulú Petite

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