Logré venirme

Sexo 06/11/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 11:03
 

Querido diario: Resultó una grata sorpresa que el techo de nuestra habitación en el motel fuese, en gran parte, un espejo. 

Con la cabeza echada hacia atrás, en parte para darle un mayor acceso a mi cuello, me permití deleitarme con el primer plano de la nuca, espalda y nalgas de mi cliente, que en ese instante se encargaba de esparcir besos allí donde iba descubriendo mi piel. 

Estábamos listos para empezar, y francamente me moría de ganas. Rodeada por el grueso de sus brazos, se me escapó una risita traviesa mientras le propinaba los últimos besos en la boca, una lluvia de picos cortos que aspiraban a más. Pero mi lengua estaba reservada para otros menesteres, al menos por ahora. Yo misma me encargué del broche de mi sostén, la última prenda que cargaba puesta, y una vez cerrado ese negocio, me encargué de trepar sobre la cama a cuatro patas. Gateé hasta darme la vuelta, después de darle un buen espectáculo en el proceso de subirme, y lo que me encontré frente a mí fue suficiente para arrancarme una sonrisa.

Él me esperaba de pie al borde de la cama, con una mano en alto que me invitaba a acercarme, y la otra cerrada en un puño alrededor de una magnífica erección. Se la frotaba con la paciencia de quien sabe que pronto habrá un cambio significativo, y me di cuenta de que él notó la diferencia apenas sus dedos quedaron reemplazados por el tibio interior de mi boca. Le di una probada hasta la mitad, lo suficiente para sacarle un jadeo, y emocionada me lo saqué de entre los dientes para mojarme los labios con la punta de la lengua. Ahora venía lo bueno. Él enredó sus dedos en el pelo detrás de mi oreja, y sus caderas empujaron hacia adelante en el instante que lo acogí con la boca una vez más. Me encargué de abrirla bien para dejarlo entrar hasta donde él quisiera, pero por mi parte también insistí en comérmelo hasta la base.

Entonces me atreví a subir la mirada para verlo... Pero él miraba hacia arriba. Mi compañero me acariciaba la parte de atrás de la cabeza con los dedos idos, apenas y ejercía presión. Suspiré e intenté gemir con su miembro todavía en mi boca, excitada por el hecho de que estuviera viendo toda la acción a través del espejo en el techo. 

Compartimos una mirada y lo solté para sonreír, al tiempo que lo pajeaba generosamente. "Qué hermosa te ves allá arriba", dijo.

Me di cuenta de que, entre la calentura y otras tantas distracciones, se me había olvidado el detalle del espejo. En el espejo allá arriba, lo vi entrar en mí, me vi sonriendo, me vi penetrada una y otra vez, me vi suya, me vi a su merced, acariciándole con las manos los músculos que se le marcaban en la espalda por el esfuerzo, lo vi alzar la mirada me vi encontrando mi mirada con la suya y sonreír ante el espectáculo erótico, obsceno, de nuestros cuerpos desnudos, poseyéndose. Me vi venirme, lo vi venir.

Hasta el jueves, Lulú Petite.

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