¡Hasta el fondo!

Lulú Petite sexo sexualidad

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 21/02/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:42
 

Querido diario: Me quedé sentada sobre mis talones, arrodillada en la cama y con José Luis, mi cliente, erguido frente a mí, de rodillas.

Nos sostuvimos la mirada. Puso su mano derecha en mi rodilla izquierda y comenzó a subir sus dedos lentamente por mis muslos desnudos, mi vientre, mis costillas, mi seno, apretó el pezón con suavidad y se inclinó para acercarse. Entonces me besó. Me puso cachondísima. Podía sentir cómo la sangre me corría por el cuerpo, preparada para agolparse en los lugares correctos, y en los más indiscretos también, como mi cara y el nacimiento de las tetas.

Él me acarició una mejilla cariñosamente con el dorso de la mano, enredando un dedo en uno de los mechones de mi pelo mientras yo tomaba la delantera y me hacía con su miembro entre mis manos. Nos vimos sonriendo, él respirando profundamente, con el pecho casi tan agitado como el mío y yo, a la altura de su ombligo, jalando su erección desde la base hasta la punta. Con la otra mano estaba agarradita a su muslo. Un suave chorro de flujo se me estaba agolpando entre las piernas cerradas, porque la verdad es que me prendía muchísimo sentir ese calor que emanaba su pieza, la manera en la que se ponía rígida entre mis dedos, mientras le calzaba el condón.

José Luis jadeó en lo que abrí la boca para metérmela hasta la mitad y, en respuesta, se llevó un gemido de los míos. La mantuve agarrada por la base con una mano y me comí el resto a punta de mover la cabeza de adelante hacia atrás. Apenas la sentí bien lubricada, empujé otro poco hacia mi garganta. Mi respiración salía pesada y yo podía sentir cómo los músculos de su cuerpo entraban en tensión cada vez que yo gemía por el infinito placer de cogerme la boca con su erección. Terminé agarrándome a sus muslos con ambas manos y así me la introduje hasta el fondo. 

Se veía glorioso, excitado, murmurando groserías con la boca entreabierta. Esperó a que yo misma me retirara lentamente, permitiendo que un hilillo de saliva se me posara en las tetas y luego me cogió por el pelo para incitarme a subir. Yo le obedecí, subiendo con los dedos por los costados de su torso. Me tocó estremecerme y gemir, pero mi acompañante supo complacerme al recostarse de lado para agarrarme por la cintura. Dos embestidas le bastaron para meterse hasta el fondo en mí, después de haberse pasado una de mis piernas por arriba de la cintura. Fue un alivio que estuviéramos así de abrazados y apretados, mientras él se deleitaba con cogerme a punta de estocadas duras, porque no sólo podía gemirle en el cuello, también podía abrazarme con fuerza a su espalda. Sentirlo dentro, taladrarme deliciosamente, camino a nuestros respectivos orgasmos, qué manera tan buena de desahogarnos. ¡Qué manera!

Hasta el martes, Lulú Petite

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