Hacerlo con lluvia

Sexo 15/11/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:42
 

Querido diario:  Qué rico es dormir con lluvia. ¿Tendrá algo el golpeteo de las gotas contra el suelo que nos arrulla? El estar bajo techo, entre sábanas y cobijas, rodeada de unos brazos tibios. Supongo que son cosas que, al juntarse, te hacen sentir segura y te deja entregarte al planeta de los sueños. Especialmente, si antes de todo eso cogiste espectacularmente.

Javier es un buen cliente, además de caballeroso y bueno en el amor, es un detallista, como si a nuestra relación tuviera que ponerle un toque de romance, cuando me llama siempre me recibe con algún detalle, flores, dulces, cualquier cosita de esas que hacen parecer que, además de nuestro acuerdo mercantil, somo algo así como entre novios y amigos con derechos.

Anoche me llevó una cajita de cartón rojo y brillante, y la agité por las esquinas con una sonrisa sugestiva, mirándolo con picardía, como preguntándole qué era. Él se echó a reír y dijo que esperaba que me gustara.

De inmediato abrí la caja y me encontré con unos deliciosos chocolates. El primero se rompió entre mis dientes, pero fue a parar a la boca de él en cuanto comenzamos a besarnos sobre la cama. Javier me sentó a horcajadas sobre su regazo, y así tuve la primera muestra gratis de su erección, que crecía debajo de sus pantalones mientras sus manos me acariciaban la piel desnuda y erizada por debajo de la blusa. —Sabe muy bien— me dijo, agarrándome por la nuca para chuparse mis labios a gusto. Yo le sonreí y me acomodé encima suyo, meneando las caderas un poco con toda la mala intención. 

—¿El chocolate o yo?— pregunté, entretenida.

—Los dos. Pero tú... Tú especialmente.

Luego me tumbó sobre la cama, y seguimos besándonos hasta que él rompió todo contacto para sacarme la blusa por la cabeza. Yo retorcí los brazos hasta alcanzarme el broche del sujetador en la espalda, y apenas lo solté él tiró hacia arriba y me lo sacó sin esfuerzo alguno. Fue mi turno de gemir, porque su atención fue a parar a mis tetas brevemente: las besó con dulzura antes de seguir bajando por la línea de mi abdomen.

Entonces llegó la hora de brillar para el segundo chocolatito. Él lo colocó justo arriba de mi ombligo, y lo removió de ahí con una lamida larga que me disparó una secuencia de espasmos en el vientre. 

Mi compañero se hundió con sus hombros anchos entre mis piernas abiertas, y me estremecí al oírlo gemir, su aliento tibio me golpeó los labios de la vulva cuando me dijo que la mezcla de mi sabor y el chocolate era exquisita.  

Cuando me penetró con una estocada profunda y sencilla, se me borró cualquier otro deseo, todo lo que quise fue pedirle más.

Después del amor, la lluvia golpeaba fuerte la ventana, me dormí y desperté abrazada a su cuerpo.

Hasta el martes, Lulú Petite

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