Era muy seductora

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(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 13/06/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 17:46
 

Querido diario: Te contaba el martes de la primera vez en la cama con una chica, pero dije también que no fue la última. Aclaro: Respeto los gustos de cada quién. Lo que hacemos en la cama no nos define, sino cómo somos fuera de ella. Con quién cojamos es nuestro asunto. Eso sí, en lo personal, he disfrutado mucho los orgasmos conseguidos con otras chicas, pero románticamente sólo me atraen los hombres, por eso no ofrezco servicios a parejas ni a mujeres solas, no me siento cómoda, como experiencia la disfruté, pero creo que tuvo que ver la sensación de transgresión, la novedad, experimentar lo prohibido, pero no como para convertirlo en mi trabajo.

Eso sí, después de la pareja en el edificio de Reforma, El Hada me convenció para ir a atender otra. Un matrimonio en la Roma. Ellos eran más ¿Cómo decirlo? Sexualmente agresivos. Ella era muy seductora e intrépida. Ya tenían sus alcoholes y estaban bien enfiestados, me invitaron a divertirme con ellos, me ofrecieron un trago y me uní a la fiesta.

Desde el principio, les dejé claro qué, si iba a coger con ella, era importante que supieran que yo era pasiva. Podía dejarla tocarme, besarme y comerme, pero yo no haría lo mismo. Flojita y cooperando, con todo gusto, pero que no esperara que yo me bajara por sus chescos, porque de esa agua no iba a beber. Estuvieron de acuerdo, me pidieron que me dejara llevar y, bueno, pues me dejé.

Él era un hombre en sus cuarenta y ella apenas pasaba los treinta. Cabellera negra, mirada azul y unos senos perfectos, operados, redondos y de pezones espectaculares. Muy bonita figura. Nos fuimos a su habitación. Ella se me acercó a un lado de la cama. Recuerdo su boca entreabierta y su pálido cutis se veía ruborizado, por los alcoholes y la excitación.

Se lanzó hacia mí para besarme. He tenido poca experiencia con mujeres, pero bastante conmigo misma como para sentir que ella sabía lo que hacía, y dónde tenía que regalar caricias para ponerme a tono. Supongo que esa es una de las virtudes en el sexo lésbico. Ella sabía dónde tocar, cómo y cuándo hacerlo, con qué ritmo y cuánta presión. Usaba en mi cuerpo las tácticas y caricias que, seguramente, mejor funcionaban en el suyo y, aunque cada organismo funcione diferente, el conocer la anatomía sexual femenina sin duda ayuda a que lo que hizo me pusiera tan, pero tan cachonda.

Me cogía deliciosamente. Sus caricias, sus besos, sus juegos. Algo pasaba al sentir sus senos contra mi cuerpo y sus labios en mis pezones que me tenía excitadísima. Me empecé a prender. Ella era más rudita que la chica de mi primera experiencia, se bajó poco a poco, despacito besando cada rincón de mi cuerpo, lo que hizo con mis senos me prendió, cuando bajó a mi abdomen y metió su lengua en mi ombligo me puso a mil, cuando lamió mis muslos me enloqueció, pero cuando comenzó a comerme el sexo yo apretaba las sábanas para no contraer mis muslitos y... Bueno ¿cómo te cuento?

Aunque advertí que yo sería pasiva, ella si hizo que la tocara y que le besara los pechos, pero cuando con su manita llevó la mía a que la tocara abajo, aunque me resistí, cuando llegué allí, ella estaba igual que yo, súper húmeda.

Su marido, mientras, se masturbaba mirándonos, semidesnudo y apoltronado en un sillón.

No pasó mucho tiempo hasta que estábamos dándonos placer mutuamente, dos cuerpos femeninos rozando puntos que lleven a la otra a la locura. Ella lo logró conmigo hasta que caí en sus brazos gritando de placer, mientras aún me duraban los espasmos del más reciente de varios orgasmos.

La tercera vez con una chica… esa sí fue por placer. ¿Quieres que te la cuente? Será el martes.

Hasta entonces, Lulú Petite

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