Dame más gasolina

Sexo 17/01/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:20
 

Querido diario: Habíamos tomado una buena decisión al apagar todas las luces de la habitación de aquel motel. Con el tema de la escasez de gasolina, todos tienen historias y opiniones. Julio es un hombre de recursos que no se complica. Dejó su coche y se vino a pie al motel. Dice que así anduvo todos estos días. 

—Para este tipo de males, agua y ajo- Me dijo

—¿Agua y ajo?

—Aguantarse y a joderse —Sonrió. A un lado de la cama, hay un sillón. Ahora que él descansaba sentado allí, amparado por la semi penumbra, podía sentir entre nosotros un nivel de atracción e intimidad mucho mayor del que habíamos compartido instantes antes, mientras conversábamos.

—Si he de verle el lado positivo —agregó sonriendo con picardía —lo que me he ahorrado en gasolina, me sirvió para financiarme este ratito contigo—

Yo me acomodé de rodillas entre la abertura de sus piernas. Él me apartó un mechón de pelo de la cara con cariño, comentando que le gustaba mucho la forma de mi clavícula. Me prometió que me besaría cada milímetro, y yo sonreí enseñando los dientes. 

Mi mano derecha estaba ocupada en jalarle la erección desde la base hasta la prominente punta, ya forrada con el látex del preservativo. Mi prioridad fue hacer contacto visual con él en el segundo en el que me la llevé a la boca. Me parecía a mí que simplemente vernos mientras yo me comía este pedazo de su anatomía, triplicaba un montón las sensaciones que estuviéramos sintiendo cualquiera de los dos. Las mías eran intensas.

Julio me observó subir a punta de besos por la línea de su abdomen, la que se partía en su ombligo, y yo lo sentí estremecerse debajo de la caricia de mis labios. Eran curiosas las reacciones que estos detalles sutiles tenían en nuestro cuerpo. Luego, cuando alcé la cara, él no dudó en bajar para besarme directamente en la boca. Tuve que sonreír en el momento en el que lo sentí agarrarme por la nuca, como para acercarme todavía más a su rostro, y mantenerme allí.

Al final me agarré de los reposabrazos para ponerme de pie, una proeza si tomamos en cuenta el cosquilleo furioso que me inundaba las piernas. Le di la espalda y él me sujetó por las caderas, prestándome asistencia para bajar y ubicarme sobre su pelvis en un punto interesante. Yo me mordí los labios mientras gemía bajito, deseosa de sentirlo adentro ya.

Mi compañero se aferró a mis caderas. No tenía idea él de lo mucho que sus jadeos me estimulaban, pero supongo que se dio cuenta, cuando me quedé rígida, contraje los músculos de la pelvis y ahogué un grito, mientras el placer me invadía.

¿Gasolina? En ese momento, con un poquito de oxígeno me daba por bien servida.

Hasta el martes, Lulú Petite

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