Calor a ciegas

Sexo 10/01/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:20
 

Querido diario: Nos besábamos de pie. Las luces estaban apagadas y, mientras el sol se guardaba, la habitación iba quedando en algo cercano las tinieblas. Íbamos los dos desnudos, casi a ciegas, en dirección a la cama, más interesados en comernos con la boca mutuamente que en ver el camino que pisábamos. Tanto él como yo nos vimos de pronto incapaces de reprimir los jadeos.

Él tenía una mano entretenida con mi pezón derecho, me lo estiraba y jugaba con él mientras me sostenía por la nuca con la otra mano, arrastrándome con él a pasos torpes hacia la cama en el centro. Nos besamos juguetonamente antes de alcanzarla por fin, siempre sonriendo, yo contenta por la manera en la que se tensaba debajo de mis dedos con cada caricia que le propinaba. Era un privilegio verlo jadear y estremecerse.

Lo tenía agarrado por aquella imponente erección que me rozaba el vientre de una manera tentadora, y nada me mojó más que hacerle una paja rápida, aumentando el calor que le engordaba el miembro desde la base hasta la cabeza.

Él cayó sentado y yo caí de rodillas frente a él, agarrada a sus 

muslos en principio para sostenerme mientras ubicaba la boca en la punta de su pieza parada. Brillaba por la fina capa de látex del preservativo que la recubría, y en cuanto tocó mi lengua la sentí palpitar con fuerza entre mis dientes. ¡Caramba! Qué sensación tan buena. Él me hizo el favor de sostenerla por la base mientras yo subía y bajaba para comérmelo hasta la garganta, tan excitada como orgullosa por dentro con los gemidos que le estaba sacando a él. Me sostuvo el pelo en alto por las puntas y así me agarré a sus pantorrillas como si fueran barrotes, las usé para impulsarme de abajo hacia arriba, con la fuerza de mis ganas.

Le atrapé la mirada encendida por la excitación, la mantuve mientras le recorría el glande con la lengua y luego volvía a devorármelo a chupetones. La luz era tan tenue que apenas veíamos nuestras sombras. Sonreí porque entonces lo obligué a maldecir, y me despedí de su miembro (con la boca, al menos) por ahora, pero me quedé otro rato más acariciándole los testículos solo para deleitarme con el calor que emanaban. 

"Justo así... Está muy bien...", suspiró él, y yo lo miré con la misma sonrisa con la que me acomodé sobre mis rodillas para quedarme otro ratito más allí, a sus pies, mimándole la piel sensible de los muslos. Bien sabía yo que cada caricia en esa área le repicaba en la erección, y cómo me gustaba a mí verlo reaccionar a mi tacto.  Él de inmediato me sujetó por la cintura y me ayudó a encaramarme a horcajadas arriba suyo, murmurando una frase vaga de aprobación que terminó perdida en la tibia piel desnuda de mi cuello cuando se hundió ahí para lamérmelo. Más temprano me había dicho que le gustaba mi perfume, y ahora me quedaba claro que quería comérselo también. Me reí, retorciéndome un poquito por las cosquillas iniciales, pero luego me entregué al poder de sus besos cuando hicieron contacto con mis puntos débiles. Cerca de mi clavícula había uno, definitivamente.

Con los dedos bien aferrados a sus hombros, me dejé caer sentada pesadamente, y los dos nos mecimos con un gemido en conjunto. Afuera, la tarde había terminado y reinaba una obscuridad absoluta que nos tenía cogiendo a ciegas, en una oscuridad casi tan profunda como el placer que estábamos sintiendo.

Hasta el martes,  Lulú Petite

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