Busqué el orgasmo

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 18/04/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:22
 

Querido diario: Era riquísimo. Un beso lento; a cada giro caliente de su lengua contra la mía, un espasmo estremecía el tajo húmedo del sexo. Mi mano, cerrada en un puño, trabajaba alrededor del grueso de su tronco, subiendo y bajando en una caricia a lo largo de su erección.

Al final abandoné mi posición sentada contra la cabecera de la cama para inclinarme sobre su bajo vientre. Él me recogió el pelo contra la nuca, recibiendo el primer chupón que le di a su glande con un jadeo casi de necesidad. Luego me deleité con oírlo jadear y gruñir cada vez que mi lengua entraba en contacto con la sensible piel de su erección, recubierta por un preservativo, que no fallaba en palpitar contra la cara interna de mis mejillas cuando la alojaba (hasta la mitad) adentro de mi boca. No me entraba más de allí.

Fue tan estimulante sentirlo adentro, que un escalofrío de alivio me recorrió la espalda cuando por fin aterricé sentada en su erección. Me agarré a su nuca y entreabrí los labios para jadear, ayudándome con las rodillas en eso de subir y bajar por el miembro empalmado y embadurnado de mí.

Él me tenía bien sujeta por el culo, con los dedos hundidos en mi piel, aguantando que me lo cogiera lentamente. Me veía a los ojos mientras yo lo embestía con las caderas estrechas, caliente a millón con esa fricción deliciosa que me acariciaba todo por dentro. Era maravilloso tenerlo clavado en mí. 

Nos besamos libidinosamente, chupándonos toda la boca, y mis tetas quedaron pegadas a su cuerpo porque él me había rodeado la cintura con un brazo.

Me tuve que agarrar de la cabecera de la cama en el instante en el que bajó, por un momento que se me hizo eterno, a comerse mi pezón izquierdo. Yo, atacada, tiré de su pelo todo el rato, tomándolo entre mis dedos desesperados mientras lo veía mamando de mi piel con ahínco. La escena me había hecho aumentar la violencia de las embestidas de una forma casi inconsciente. Me encontré cabalgando arriba suyo con un grito de desesperación en los labios, toda sensibilizada y tensa, temblando y clamando por aflojarme con un orgasmo que sentía venir tremendo.

Terminé buscando ese orgasmo a saltitos, y él me dirigió el ritmo con sus manos en mis nalgas. Me agarró una teta con la mano, sin embargo, y esa mano me bajó por las costillas y se aferró a mis caderas cuando me eché hacia atrás sobre las piernas suyas. 

Él se ganaba a pulso todos y cada uno de ellos. Me había agarrado por las caderas para hacerme chocar contra su pelvis a un ritmo duro y marcado, y cada resoplido suyo me tensaba a mí el vientre con un nuevo y delicioso espasmo. Se siguió moviendo, una y otra vez, entrando, saliendo, clavándose, metiéndose en mi sexo, en mis sentidos, en mi todo, hasta el punto de sentirme fuera de mi cuerpo, como si el orgasmo me hiciera explotar en partículas infinitas de placer.  Seguí cogiéndomelo. Yo ya me había venido, pero era su turno.

Hasta el martes, Lulú Petite

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