de terror

Personas en llamas pedían ayuda a gritos tras explosión de ducto, en Tlalhuelilpan

Acusan a militares de no haber metido las manos durante la explosión

(Foto: Archivo El Gráfico)

La roja 20/01/2019 08:47 Redacción Actualizada 08:47
 

POR R. MOYA, D. MOTA y A. PEREDA

“Los soldados no metieron las manos para ayudar a la gente”, acusó José Luis desde el Ministerio Público de Mixquiahuala, donde acompañaba a su cuñada para reconocer el cuerpo de su esposo.

Aunque reconoció que las circunstancias no eran las adecuadas para los militares, un grupo de al menos 30 efectivos de la Sedena no pudo contener al grupo de más de 600 personas que, describió, se abalanzaron hacia el combustible.

Aunque él no participó en el llenado de bidones o garrafones, escuchó el estallido. En su camino notó la presencia de militares, pero no le impidieron el paso y llegó hasta la milpa en donde la columna de fuego tenía una altura de más de 30 metros.

José Luis se encontraba a la gente que entre llamas y con la piel quemada, pedía auxilio. 

 “¡Me voy a morir!”.

En tanto, a la orilla de la carretera, Jorge, de 65 años, recuerda la explosión que dejó un cementerio ardiente, calcinado. Cuenta que la noche del viernes no pudo dormir, en su mente pasan las imágenes de la gente que gritaba, que pedía ayuda: “¡Me voy a morir, ayúdeme!”.

—¿Qué le puedo decir?, fue una cosa horrible, no hay palabras que alcancen a trasmitir lo que sucedió—, afirma consternado.

 Al igual que José Luis, comenta que una fuga de combustible ocasionó que la gente saliera con garrafones y cubetas para recoger el líquido inflamable que brotaba a borbotones de la grieta del ducto; salió de manera irresponsable, algunos adultos llevaban consigo a niños.

Externa que la fuga se registró como a las cinco de la tarde, así pasaron dos horas, tiempo en el que la gente se mantuvo empapada de combustible, antes de la tragedia. 

Antes de la explosión llegó al lugar que se encuentra a sólo unas calles de su casa; sobre la carretera y a la orilla de las milpas encontró a su hija y a su nieta; habían pasado sólo unos minutos y de manera repentina un estruendo iluminó el cielo.

Jorge apunta que los militares estuvieron más de una hora sin hacer nada, sólo vigilaban, nunca se trató de acordonar o sacar a la gente. 

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