ASESINOS

Feminicidas caníbales de Ecatepec confiesan que se comieron a 21 mujeres

La pareja fue arrestada en Ecatepec cuando transportaban restos humanos en una carriola; dicen que daban de comer la carne a sus hijos

(Foto: Archivo El Gráfico)

La roja 08/10/2018 05:45 Yara Silva Actualizada 09:42
 

ECATEPEC.– Juan Carlos dice haber matado a 21 mujeres. Él y su esposa Patricia elegían la carne joven de sus víctimas para cometer canibalismo y alimentar a sus tres hijos.

En audiencia del penal de Chiconautla, la pareja se miraba y sonreía. Ellos señalaron que al menos 21 mujeres fueron sus víctimas.

Pero están en prisión preventiva en el penal de Chiconautla por la desaparición de tres mujeres a las que ellos conocían y que fueron vistas por última vez en compañía de la pareja.

Esa coincidencia fue lo que obligó a los agentes de la Fiscalía del estado a indagar a Juan Carlos y Patricia.

Finalmente al ser detenidos admitieron los crímenes.

TRAUMAS Y ODIO. Él dice que el odio hacia su madre lo llevó a matar a 21 mujeres. A ellas, las elegía por su belleza, juventud o sólo por cruzarse en su camino.

Patricia, su esposa servía de gancho para manipular a las víctimas y hacerlas creer que la pareja necesitaba de su amistad y su ayuda.

Así ocurrió con Arlet, Evelin y Nancy y su pequeña de dos meses.

Las tres desaparecieron en Ecatepec. Las tres eran sus conocidas. Y las tres eran jóvenes que ofrecían ayuda a la pareja y sus tres hijos.

El jueves pasado, tras ser aprehendidos con una carriola en la que llevaban seis bolsas con restos de cuerpos mutilados, Juan Carlos y Patricia admitieron los crímenes.

A algunas las violaban, y a otras sólo las mataban y mutilaban.

El baño de la casa era el lugar en donde Juan Carlos cercenaba los cadáveres y lo hacía con un cuchillo de plata. 

Los corazones, los conservaba en frascos de vidrio rellenos con alcohol, y los mantenía como ofrenda en un altar a la Santa Muerte.

Los huesos, los vendía a un hombre llamado “El Bons” con quien se reunía en una estación del Mexibús. Y había también lo que el feminicida llamaba “la carne de calidad”. Eran las piernas de las víctimas más jóvenes, la carne que la familia comía.

La consumían y si resultaba de buen gusto, la guisaban en pozole para alimentar a sus tres pequeños.

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