MICRÓFONOS DESDE LA CÁRCEL

A Orlando lo reclutó el crimen organizado y desde chavito aprendió a ser sicario

Se volvió un asesino a sueldo cuando vio morir a su hermano, a manos de su padre

 

A Orlando lo reclutó el crimen organizado y desde chavito aprendió a ser sicario

(Foto: Especial)

Historias 06/05/2024 09:51 Redacción Actualizada 09:51
 

Orlando es de Ciudad Juárez, Chihuahua. El paisaje de vida de Orlando está decorado por sangre.

Nacido en una de las ciudades más violentas de México, Juárez, en Chihuahua, este joven que apenas rebasó los 20 años tiene en su haber decenas de homicidios. En el último –él pretende que sea el último– fue contratado para ejecutar a una familia de extorsionadores. A cuatro hombres y una mujer. Los acribilló mientras los menores de edad veían la matanza. A ellos no los tocó.

La sangre fría de quien logra hacer algo así sólo puede explicarse como la consecuencia de nacer, crecer y vivir en un entorno violento, en el que las prioridades de vida nada tienen que ver con lo digno, sino con los vicios, el dinero fácil, la podredumbre.
Orlando vivió el odio de su padre, en especial contra su hermano menor, su hermano favorito, a quien vio cómo lo asesinaba su progenitor como una ofrenda de lealtad a un grupo criminal.

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“Un día llegó mi papá y le dijo a mi hermanito que se fuera con él porque le iba a comprar ropa. Se me hizo raro y me colé en el coche en un momento que se distrajo. Ya en el camino, me asomé y vi que no era el camino hacia el centro, vi que nos íbamos acercando a unas casas donde afuera habían como unas seis, siete camionetas”, recuerda Orlando en entrevista con Saskia Niño de Rivera para Penitencia. 

“Llegamos y mi papá se bajó con mi hermano y me quería dejar arriba, pero pues yo me aferré, me bajé y le apreté la mano a mi hermano”. El resto de la historia de ese episodio es imposible de reproducir. Cuesta trabajo imaginar una escena de tal crueldad como la que recrea Orlando a Saskia.

—¿O SEA, TU PAPÁ DE ALGUNA MANERA QUERÍA PERTENECER A UN GRUPO DELICTIVO Y LE DIJERON ‘TRÁETE A ALGUIEN PARA QUE DEMUESTRES SU LEALTAD’?

—Sí, prácticamente así le dijeron. Si quieres entrar, tienes que matar a un familiar o darles a un familiar. 

A partir de esa experiencia, el dolor de Orlando, el abandono y la recurrente violencia ha tenido el resultado obvio: para lo único que sirve es para asesinar a sueldo.

Primero, a un director del orfanato en el que fue abandonado. Después, en su fuga hacia Torreón, de cualquier víctima por la que pagará su nuevo jefe, su protector, a quien conoció como lavacoches en la zona de La Laguna.

“Llegaban carros de lujo y yo me pegaba a ellos. Se los lavaba, hasta que me hice muy amigo de uno de los dueños. Ya con el tiempo me di cuenta que era un delincuente. Recuerdo que una vez llegó una camioneta de lujo con tres hombres armados. El señor al que yo le lavaba el carro me habló, me presentó con ellos y les dijo que yo era su amigo”, recuerda.

Luego se fue a dar el rol con ellos. Le compraron ropa mientras él, todavía adolescente, les contaba su historia, el asesinato de su hermano. En realidad, era su entrevista de trabajo. Bajó de esa camioneta con nuevos jefes, quienes como primera prestación le ofrecieron lo que necesitara para encontrar a su padre y liquidarlo, para llevar a cabo su venganza. Ellos lo conocían e identificaban como de un grupo contrario, pero rechazó la ayuda.

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(Foto: Especial)

 “Me decían ‘si quieres mandamos a que lo maten. Ya tenemos información de dónde se encuentra’, pero yo lo quería hacer con mis manos. Respetó eso. Este señor al que le lavaba los coches, se convirtió en un padre para mí: me entrenó, me dio mi primer arma, me estaba echando la mano para matar a cada uno de los que mataron a mi hermano. Maté como 19”, confiesa Orlando.

Se convirtió en un sicario hecho y derecho. Menor de edad, enrolado con un grupo de la delincuencia organizada en el norte de México, armado y dispuesto a matar por dinero, pero terminó preso, también antes de los 18. Pronto podría salir libre y con el panorama por completo distinto.

—Ahorita le estoy echando ganas porque, cuando caí en la cárcel, me enteré que mi chava estaba embarazada. Mi hija ya tiene dos años y aunque sólo la he visto en fotos, me ha cambiado la vida. Sólo estoy esperando salir para irme lejos.

—¿TE GUSTARÍA REGRESAR A LO QUE TE DEDICABAS?

—No, ya no. No voy a acabar bien, ya sea la cárcel o pues la muerte. Estaba pensando hasta ver si hay posibilidad de llegar a ser como comandante, no sé, policía. Ya quiero hacer las cosas bien.

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