Hola, mis amores, espero ya tengan agendadas las venideras posadas navideñas y cenas familiares.
Hoy quiero platicarles una travesura que hice un Año Nuevo, ¿conocen el dicho que dice que como quieras vivir todo tu año es como debes empezarlo? Bueno, hace algunos años tenía un novio que mi familia no quería ver ni en pintura por razones que ahora ya entiendo, pero en ese entonces para mí eran exageradas.
Nos reunimos en casa de un familiar para la cena y el brindis. A mí me tocaba llevar el alcohol. Se hicieron las 11 de la noche y mi prima se acercó a decirme si había metido al refrigerador la botella; me empecé a reír nerviosa y no le quedó más que decirme: “¿se te olvidó la botella, verdad?”, asentí con la cabeza.
Dijo que ella me cubriría mientras la iba a comprar, así que arranqué mi coche y busqué una licorería abierta, el vino lo hallé en la primera en que paré.
Mientras pagaba, llegaba un mensaje de mi novio: “Lo único que quiero es terminar este año a tu lado”, decía. Pensé: ¿por qué no? Cada quien debe tener lo que quiere este día, mi familia está unida y yo ya asistí un ratito.
Mandé la botella en un taxi a la reunión familiar, le envíe un mensaje a mi prima con el número de carro y le pedí que no dijera nada, como si ella no supiera dónde estaba.
Manejé pensando si lo que haría estaba bien, llegué a la casa de él y lo encontré sentado en la banqueta. Con la cabeza agachada, lo único que pudo ver era cómo alguien en tacones se acercaba a él. Levantó la mirada y me vio, yo no podía esconder mi sonrisa, luego nos subimos a su carro.
Todo el camino nos estuvimos besando y manoseando, mi mano estaba por arriba de su pantalón en ratos y otros, hasta adentro de su calzón.
Llegamos a la misma licorería a comprar otra botella, pues íbamos a hacer nuestro propio brindis. Manejamos largo rato hasta llegar a donde solo había un cerro; debo admitir que mi imagen romántica del fin de año, era ver las estrellas y hacer el amor en una manta a la luz de la Luna, pero no todo iba a salir como yo quería.
En cambio, estaba nublado, empezamos a tomar y conforme la botella se vaciaba, la lluvia empezaba a caer. Sin embargo, no íbamos a desperdiciar el momento, así que me subí el vestido, bajé mis pantimedias e hice de lado mi calzón.
Me subí en él, aun sentado en el lugar del piloto; sentí cómo mientras yo bajaba, él iba entrando poco a poco; me tomaba del cabello, mientras yo me movía solita y otras veces, me tomaba por la cintura para aumentar la velocidad.
De pronto, tuve la tremenda necesidad de ir al baño; ya un poco borracha, ni siquiera le avisé, así que para cuando ya había orinado y vuelto al carro, él estaba riéndose: había terminado en el justo momento en que yo me había quitado de arriba. No paraba de reír y yo sólo pude quedarme dormida en el asiento. Para cuando desperté, tenía mil llamadas perdidas y un mensaje de mi prima diciéndome que tuvo que decirles todo.
Aun así, todo ese día seguimos juntos haciéndolo en el coche, hasta que llegó la noche de nuevo; tuve que irme a mi casa a recibir regaños y castigos. Cada uno valió la pena.
Nos leemos la próxima semana.
