La hora cero

Deportes 25/01/2019 05:18 El Hijo del Santo Actualizada 17:38
 

La siguiente es una de las entrevistas que realicé a mi padre, El Santo, cuando estudiaba en la Universidad.

—¿Papá,  cuál ha sido tu hora cero? 

—Han sido muchas, pero la que puedo considerar mi auténtica hora cero fue en viaje que realicé en avión a Tampico. Fue una situación tan especial que difícilmente podré olvidar.

“Ese día iba a luchar en Tampico. La función iniciaba a las 9 de la noche y yo salí a las tres de tarde en el vuelo;  había perfecto tiempo para llegar al puerto sin contratiempos. De las personas conocidas en el vuelo sólo vi al réferi  Roberto El Güero Rangel. Nos saludamos, pero en vista de que nos tocaron asientos separados ya no platicamos. 

“El avión despegó con toda normalidad.  A los pocos minutos recliné el asiento, me recargué en la almohadilla y me venció el sueño. Ya no era novedad observar el cielo y las nubes. 

“De pronto, entre sueños,  sentí que me sacudían.  Me desperté con pesadez, sin saber si soñaba o era real. Vi el angustiado rostro del Güero Rangel, quien me decía: ‘Despierta, profe, despierta’. 

“Pensé que habíamos llegado a nuestro destino,  pero al asomarme por la ventanilla el agua golpeaba bruscamente el avión. Se veían relámpagos y la aeronave subía y bajaba dramáticamente. Los pasajeros estaban asustados.

“Nos pidieron  permanecer sentados con los cinturones de seguridad abrochados. La sacudida no cesaba, a tal grado que se abrían los compartimentos del equipaje y caían las mascarillas de oxígeno. No exagero al  decir que el ala del avión, que estaba de mi lado, parecía romperse o despegarse con el brusco movimiento.

“El capitán nos explicó que estábamos a punto de llegar  a Tampico en medio de una gran tormenta y era necesario sobrevolar por varios minutos el aeropuerto de la ciudad para intentar aterrizar.

“De la torre de control ordenaron al capitán y a su tripulación regresar a México porque no podíamos descender  en medio de esa tormenta. 

“En ese transcurso se vivieron momentos y escenas de histeria colectiva: señoras que lloraban con sus hijos, personas  que rezaban o gritaban. Hubo otros que nos mantuvimos ecuánimes, pero aterrados por dentro. 

“Después de varios minutos de angustia, que parecieron eternos, logramos aterrizar en la capital del país. Me reí con Roberto,  pero él me miró de manera sarcástica  y se bajó casi corriendo del avión. 

“Ya en la sala de espera me encontré nuevamente con Rangel y nos abrazamos, como si nos hubiéramos reencontrado en otra vida. 

“Los aficionados en Tampico comprendieron que mi ausencia esa noche había sido por causas de fuerza mayor. Afortunadamente días después se realizó otra velada, en la que me disculpé personalmente con el público, y todos los aficionados salieron satisfechos”. así  El Santo cerró su amplia respuesta.  

Quién pensaría que este personaje del cine y las historietas,  que  era invencible, hubiera vivido tan escalofriante aventura  de la vida real del Santo. 

Nos leemos la próxima semana , para que hablemos sin máscaras.

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