Bello recuerdo, con El Hijo del Santo

Deportes 08/02/2019 05:18 El Hijo del Santo Actualizada 10:08
 

 El pasado miércoles fue un día importante para mí, ya que hace 37 años cumplí uno de mis más grandes  sueños: debutar como luchador profesional bajo el nombre de Korak. 

 Aquella noche del 6 de febrero de 1982 hice realidad mi anhelo  en el  Auditorio Municipal de Santa Ana Chautempan, en Tlaxcala. 

Como cualquier novato fui el encargado junto con mi rival,  Maldito Mendoza,  de abrir la función de lucha de ese día.  Nadie imaginaba, ni mis compañeros,  que ese jovencito con máscara negra era el hijo menor del entrañable y respetado Santo, El Enmascarado de Plata.   

 Recuerdo que en la lucha estelar estaban programados Kato Kung Lee y Kung Fu. 

La razón por la cual acepté  debutar  (incluso a escondidas de mi querido padre), fue porque quería sentir en carne propia lo que significaba subir a un ring y luchar ante un público presente.

Fue el señor Víctor Martínez quien me animó, me sugirió el nombre de Korak y únicamente  me pidió que consiguiera un equipo de lucha. 

Entonces yo era estudiante e hijo de familia, no tenía recursos económicos para mandar confeccionar un atuendo, así que ni tardo, ni perezoso  tomé prestadas unas mallas, un calzoncillo, una capa y unas zapatillas de El Santo, así como una máscara que él había ganado en el ring al desenmascarar al Infernal I. 

De esa manera me convertí en Korak. Cuando bajé de luchar me sentía feliz porque los niños que estaban presentes me habían pedido autógrafos, querían fotos conmigo y habían festejado mi triunfo. 

El promotor me felicitó y me pagó  300 pesos, mismos que invertí en un frasco de árnica, una cena modesta, gasolina y el pago de las casetas de cobro. El dinero era lo de menos;  lo importante, en realidad, era que había cumplido mi sueño.

Siempre recordaré ese día y agradeceré a mis hermanos y a mis cuñados el haberme apoyado esa noche, pues me acompañaron en la carretera, estuvieron presentes en mi lucha, me tomaron fotografías y filmaron la batalla. 

También supieron guardar mi secreto para que mi papá no me descubriera.  Unas semanas después un compañero luchador se lo dijo a El Santo,  quien obviamente puso el grito en el cielo y me regañó por haberlo desobedecido. 

Pero como dice el dicho: “No hay mal que por bien no venga”.   Mi padre me preguntó  qué significaba Korak y muy orgulloso le dije: ‘El hijo de Tarzán”. Él me respondió: “¡Me gusta más cómo se escucha El Hijo del Santo!” Y así inició mi historia  en la lucha libre.

Nos leemos la próxima semana,  para que hablemos sin máscaras.

 

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