¿Por qué soñamos?

13/08/2015 13:36 Actualizada 13:44
 

Los sueños son hermosos, pero no siempre, en ocasiones son auténticas pesadillas, lo que sí es recurrente es que han intrigado a la gente; se sabe que en el antiguo Egipto y Mesopotamia se les creía espíritus, anunciaciones o premoniciones.

La ciencia los define como fenómeno cognitivo, es así como se puede definir al pensamiento durante el dormir, de acuerdo con Adrián Medina Liberty, profesor de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Cosas de ensueño. Una cosa está clara, en el sueño la mente no se desconecta, experimenta una serie de cambios en el sistema nervioso que conduce a una dinámica mental diferente de la vigilia.

El estudio de este fenómeno tiene dos grandes vertientes: una enfocada a la medicina, que analiza fases y cambios ocurridos en el sistema nervioso, además de las partes que se activan, como el tallo cerebral. Y la otra, más psicológica, orientada al contenido: intenta indagar cómo se asocian los eventos de la cotidianidad de la persona con el contenido onírico y, muy particularmente, lo qué éste significa.

¿Qué me quiso decir ese sueño? Es común que al despertar una persona se pregunte ¿qué significan las imágenes que vi mientras dormía? Pareciera que la historia la inventó alguien más, porque uno mismo no la entiende.

La interpretación es un desafío, añade el científico:

“Regularmente, se tienen aproximadamente siete sueños durante una noche y pocas veces se recuerdan todos, con suerte sólo el último mantiene cierta vigencia previo al despertar”.

Si una persona está atenta, se encuentra susceptible a su entorno: visual, auditivo, perceptivo y gustativo; pero durante el descanso, esa información queda medio bloqueada y las partes del sistema nervioso más relacionadas con la actividad visual se prenden como las luces de un arbolito navideño.

Dulces sueños. Medina Liberty descubrió que los niños más pequeños no distinguen la realidad de las imágenes creadas durante el sueño y a partir de los cuatro o cinco años logran diferenciarlas.

Entre los tres y cuatro años generan narraciones oníricas sencillas que suelen describirse con frases cortas acompañadas de un verbo (estaba brincando o corriendo, por ejemplo). Especialistas coinciden que en la edad preescolar (de seis a siete años) se construye la capacidad simbólica y el infante representa una cosa por otra.

Los adultos pueden crear historias complejas y bizarras. Suelen tener cambios drásticos de escenarios y la secuencia de ciertas acciones conlleva a situaciones ilógicas, inverosímiles y ridículas. Al despertar, se percatan de que es algo irreal, pero mientras se está en la ilusión, todo se vive, lo ven como algo verdadero.

 

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