Peligro sobre ruedas

09/04/2014 03:00 Mario Mejía Actualizada 03:15
 
Mencionar la palabra triciclo, nos remite a la mayoría de los viandantes a nuestra infancia, cuando los famosos Apaches eran, si no los más pedidos, sí los más comprados en Navidad y Reyes.
 
Eran de color rojo, azul, verde y amarillo, que frecuentemente se desplazaban en parques y patios de vecindades  donde se desarrollaban historias infantiles meramente inocentes. Por eso, cuando en días pasados,  leí que un triciclo 
que transitaba por el Centro Histórico atropelló y mató a una mujer, no di crédito.
 
Cornelio Andrade conducía el jueves su triciclo de carga por el carril confinado del Metrobús, en la calle de República del Salvador, cuando  se encontró con Catalina López, quien  padecía diabetes y problemas de la vista,  y bajó de la banqueta solo para encontrarse con la muerte.
 
En este espacio, hemos calificado a la bicicleta urbana como un arma blanca en varias ocasiones, las mismas  que sus defensores me han reclamado por ese calificativo, pero recordemos que la bici es un vehículo que, a pesar de no utilizar motor, puede alcanzar los 30 kilómetros por hora,  velocidad suficiente para causar daños serios a la integridad de un peatón en caso de que esta se cruce por su camino.
 
Lamentablemente, la falta de rigor de nuestras autoridades es nula en este tema y sólo se sigue fomentando el uso de la bicicleta a través de programas como EcoBici, sin poner en cintura a los suscriptores que no respetan los señalamientos viales.
 
 Hace un mes, un ciclista que venía en sentido contrario sobre avenida Juárez, atropelló a nuestra compañera María, diseñadora gráfica de este diario, en el carril confinado para los ciclistas,  que es usado sin respetar su sentido.
Siempre se les reclama que deben ir en dirección de los autos a lo que  siempre responden: “Falta infraestructura para nosotros”.
 
¡Hágame el chingao  favor! En ese supuesto, los peatones  tendremos que fijarnos hacia arriba, abajo, a un lado, al otro cuando andemos por las calles y, por qué no, al cielo, no vaya ser que un día de estos nos caiga encima tanto helicóptero que sobrevuela el primer cuadro de la ciudad.
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