¿La clave del amor?

24/09/2014 03:00 Cecilia Rosillo Actualizada 03:26
 
Entre otras bondades que se saben del amor, la neurociencia ha encontrado que este sentimiento puede producir cambios a nivel cerebral, y con ello cambiar conductas y percepciones en las personas.
 
Ocurre que la convivencia cercana entre las personas, conjugado con el contacto sexual, aumenta el número de receptores en el cerebro, en especial para dos neurotransmisores implicados en el establecimiento de lazos afectivos en la pareja: la oxitocina y la vasopresina. Esto lo descubrieron investigadores del departamento de Ciencias Biomédicas de la universidad estatal de Florida cuando hacían estudios en ratones.
 
Los expertos ahora tratan de desentrañar los secretos del amor experimentando primero con ratones de las praderas o campañoles, los animales que han sido escogidos por los científicos por su fuerte tendencia a la monogamia, muy parecido al humano. 
 
Estos animales después de aparearse desarrollan una sólida preferencia por su pareja, con la que forman lazos duraderos el resto de su vida. De hecho, el macho además se involucra en la misma medida que la hembra en el cuidado de las crías. Justo a lo que aspira nuestra especie.
 
Hasta  hace poco se desconocía el mecanismo biológico responsable de este comportamiento y se atribuía a los genes, los que  aseguran que la monogamia del campañol de la pradera se debe a modificaciones inducidas en el material genético por la convivencia y el  apareamiento. 
 
Estas modificaciones llamadas epigenéticas, no alteran el ADN, sino que hacen que se exprese de forma diferente, en este caso concreto para sellar la unión de pareja y convertirla en duradera. Y todos estos cambios tienen lugar después del apareamiento.
 
Algo parecido se sabe pasa con el ser humano que crea, aunque lo niegue, vínculos afectivos con el contacto sexual. La cosa se da así: la convivencia y contacto sexual aumentan los  receptores en el cerebro para la oxitocina en las hembras y la vasopresina en los machos,  la oxitocina, también conocida como hormona del apego, promueve en las hembras el contacto social, las preferencias de pareja y el apego posterior. Produce sensación de seguridad y bienestar y reduce el estrés. 
 
Aunque es más conocida por aumentar la contracción muscular durante el parto, también tiene un papel muy importante en las conductas sexuales y reproductivas y se libera  durante el orgasmo.
 
La vasopresina es la versión masculina de la hormona del apego. Promover el contacto social, preferencia de pareja y apego, favorece en los machos las conductas territoriales frente a otros posibles rivales del mismo sexo, lo que en la especie humana llamamos celos y también incrementa la atracción así como  las conductas sexuales y reproductivas.
 
Ahora se busca inducir la fertilidad a través de fármacos, ya que los investigadores lograron obtener el mismo efecto de preferencia por la pareja en las hembras, inyectándole sustancias químicas, sin necesidad de que se hayan apareado previamente.
 
Sin embargo, la convivencia sí fue un requisito previo indispensable.  Este fármaco pertenece a una familia utilizados en psiquiatría y neurología, que  facilita que algunos genes se activen mediante adición de grupos químicos al ADN, estos cambios favorecen la fidelidad. 
 
Los  autores del estudio aseguran que su hallazgo abre el camino a nuevas opciones terapéuticas en las alteraciones del comportamiento social, sobre todo porque ya hay estos fármacos en ensayos clínicos con resultados prometedores, y quizá en un futuro podrían hacer que  ser fiel, comprometerse o desenamorarse  sea tan fácil como tomarse una simple pastilla.
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