Si una cosa tiene sensual el tigre es su andar, ondulante, pausado, rítmico y determinante. Y es justo desde el caminado, que la postura del tigre al acecho tiene efecto erótico, es un postura que debe complementarse con la actitud de fuerza de este animal.
La ventaja de esta postura es que el rol principal lo puede llevar ella siendo una tigresa seduciendo a su hombre o bien, él un tigre que sabe cómo tratar a su presa. Ambos juegan con sus deseos recíprocos y se persiguen para añadir un toque picante a la relación erótica.
La postura empieza en el acercamiento, con un caminar insinuante y sigue en el momento de llegar a la presa, a quien hay que tomar en un beso donde las lenguas se mezclen y se busquen. Las manos no acarician, pero las uñas (bien limadas) arañan suave la piel insinuantes.
Algo muy erótico es pasar la uña del dedo índice dibujando ligeramente un trazo en la espalda, los hombros o el vientre para entonces juntar los dedos y grabar más decidido en la carne su camino: de la cara al seno, de las caderas al trasero. Los arañazos en el pene o el monte de Venus deben ser muy cuidadosos, para no dañarlos.
Un buen truco para hacer el tigre más fiero es negar el acceso a la vagina porque así la mujer excita aún más a su pareja. Mientras espera al pene, puede sentir cómo el clítoris se contrae y se prepara al placer al tiempo que la vagina se dilata y se lubrica por sí misma, secretando el olor particular del sexo.
Continuar con mordiscos es otra fase antes de iniciar la penetración. Se trata de mordiscos como en el lóbulo de la oreja, hasta uno en el pezón. Incluso el mordisco más fuerte (sin lastimar) en la carne tierna situada en la nuca. La mujer puede también agarrar el sexo del hombre en su boca y rascarlo con sus dientes en toda su longitud, bien mordisquear suave (con los labios) los labios menores del sexo femenino.
Al hombre le toca, como un tigre al acecho, decidir el momento ideal para acabar con los juegos preliminares. Para hacerlo y hacerle ver a la mujer que el momento ha llegado, la toma por la cintura y bloquea sus movimientos. La vuelve de espaldas y la arrodilla, colocando el busto al frente, senos al suelo, para que quede apoyada en sus antebrazos y la cabeza reposando en sus manos.
Esta actitud, de sumisión, ofrece al hombre un espectáculo sumamente excitante a su erección. Así él se coloca en cuclillas tras ella y guía su pene al interior de su vagina. En esta posición, la apertura está muy estrecha y el pene, puede llenar más la vagina, lo que le parece a la mujer más voluminoso de lo normal.
Para aumentar la intensidad de la excitación es mejor si el hombre efectúa cuatro o cinco penetraciones superficiales antes de penetrar profundamente.
El contacto de los labios y las paredes vaginales con el pene es estrecho, lo que lo hace muy sensual y placentero.
Como la mujer está sostenida vigorosamente por su pareja, no puede moverse y es muy gratificante para el hombre verla, el placer se vuelve extremo en esta postura para la mujer por la estimulación tan eficaz que se da en el famoso punto G.