Todo queda en familia

29/04/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:00
 

Cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (Plantel CU) conocí a  una chava lesbiana —la llamaremos "Lupita" — que estudiaba Relaciones Internacionales.

Muy linda ella, bastante femenina y de aspecto "jipioso" por llamarle de algún modo. Siempre con blusas bordadas por artesanos chiapanecos o oaxaqueños, unos 'jeans' ya muy descoloridos y huaraches de llanta. Era muy amable y   culta.  No faltaba el libro en sus manos y una conversación con ella podía durar horas y la pasábamos muy a gusto.  Le gustaba tirarle al gobierno y siempre andaba en marchas de protesta de lo que fuera. Un día apoyaba  a los campesinos desprotegidos, a las mujeres violadas, a los colibríes desplumados, a los niños con circunsición, a las "Marías", a los vendedores ambulantes, etc.  Ella era solidaria y su voz se alzaba para apoyar a los más desvalidos.

Teníamos un grupo de amigos y amigas gays, que en los descansos, entre clase y clase, nos integrábamos con otros compañeros bugas (heteros) a tratar de solucionar los problemas del mundo y a querer convertir al planeta en un lugar donde todos fueramos aceptados y respetados.

Lupita nos contó que su papá era catedrático de la UAM Xochimilco, y su mamá era maestra de Ética en dos preparatorias.  Nos mostró las fotos y vimos que ella no era sino una extensión de los ideales de sus padres, que vistos en la foto, asemejaban mucho  la apariencia de nuestra amiga.  

Papá había sido manifestante en el movimiento de Tlatelolco en el 68 y mamá era una entusiasta promotora del respeto al derecho a cultivar las tierras de los indígenas en los chimalapas en Oaxaca, Tabasco y Chiapas.

Todo esto  tiene que ver con lo que sigue. Lupita también nos contó que tenía tres hermanas y dos hermanos.   Supusimos que seguramente de la misma corriente ideológica.

Un día nos invitó a una fiesta para celebrar su cumpleaños.  Emocionada, nos dijo que quería que en su casa conocieran a nosotros como sus mejores amigos gays de la facultad. Con nosotros, me refiero a Omar, Samuel Víctor Hugo y un servidor.

Aceptamos, halagados,   la invitación tan entusiasta y prometimos no fallar al huateque. Al llegar los cuatro a la fiesta nos dimos cuenta que el garage de la casa de Lupita estaba atiborrado de gente joven  y la música de salsa sonaba fuerte a tres calles a la redonda.

Buscamos a Lupita entre la gente y ella vino amable a decirnos que había una barra de bebidas y que pidiéramos lo que quisieramos y que ella volvía en unos minutos.

Mientras le entrabamos al chupe, nos dimos cuenta que la mayoría de los invitados tenían aspecto gay.  Hombres y mujeres. Es fácil identificarnos entre nosotros cuando ya tienes  tiempo saliendo y conociendo gente de nuestro propio ambiente.

Una señora muy guapa pasó ofreciendo bocadillos y un señor  muy sonriente nos dijo que si queríamos mota en el jardín estaba la sección 'pacheca' (sic). 

Ambos, se presentaron  como padre y madre de Lupita.

Nuestra inquietud era que pues habiendo tanta gente gay en un cumpleaños, nos daba a entender, que Lupita era entonces más popular de lo que pudimos alguna vez pensar. 

Cuando ella volvió  a nosotros, no dudé, ni tardé en preguntarle el por qué de tanta gente  homosexual en su fiesta.

Ahhhhhh —me dijo— es que olvidé decirles que mis tres hermanas, y mis dos hermanos, también son gays, y mucha de esta gente, también son amigos de ellos.

Ploop!!!  Como Condorito, caímos casi al suelo los cuatro.  Jajajajajajaja. Sobra decir que nuestros ojos se abrieron tamaño plato para ensalada y nuestras mandíbulas cayeron al suelo en automático. Padre y madre seguían animando a los invitados, la música cada vez más fuerte. Hombres bailando con hombres, mujeres besándose con mujeres, y la familia muy feliz celebrando.

Eso más que una fiesta, parecía un bar gay —sin cover— muy animado y muy divertido.

Nos fuimos de ahí al amanecer, no sin antes abrazar a los padres de Lupita y darles las muchas y repetidas gracias. Nunca habíamos estado en un lugar tan 'sui-generis' y tan lleno de buenas vibras y de mucho amor a la familia, a los hijos, a los amigos en general.

Recordé lo anterior, porque el domingo 24 de abril, hubo una marcha de la no violencia contra las mujeres, y me imaginé a toda la familia de Lupita, apoyando y gritando consignas por un mundo más seguro, más libre y más digno para todos.

 

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