Cuando se hieren susceptibilidades

Sexo 22/07/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:01
 

Hace tiempo escribí en este mismo espacio sobre los excesos en los que caen algunos hombres gay.  Nunca fue mi intención tocar el tema de manera personal y mucho menos   herir susceptibilidades.  Hubo quienes —sin ser mi próposito, insisto— se sintieron aludidos y mostraron su disgusto.  Uno en particular. Un gran amigo de más de 25 años a quien le pareció que esa era la percepción que yo tenía de su persona.  

Nada más lejano que eso.  Tomé  datos de aquí y de allá, y fue así como se dio el tema. 

Por ser una persona a quien quiero mucho y respeto de manera entrañable quiero pedir una disculpa, no sólo a él, sino a quienes se hayan sentido de algún modo aludidos a las historias que aquí narré.

Con este amigo de quien me reservo el nombre por respeto a su privacidad y   sobradas razones de seguridad, he vivido momentos inolvidables y que por lo mismo, se antojan irrepetibles.

Ratos de muchas risas, de chascarrillos y de momentos que muchas veces, de tan bobos, han sido de lo más divertidos.  Caerme de una silla en la sala de su casa y caer con los pies al aire, imitar para él una canción de Libertad Lamarque, fue motivo para no parar de reír, hasta no poder más de la tos y el dolor de estómago. 

Mirar a Vega, la estrella más cercana a la Luna,  en una noche  de playa en Puerto Vallarta a las cuatro  de la mañana y sentir la brisa y el romper de las olas, abrazándonos y reafirmando nuestra amistad de tantos años.

Mi amigo siempre ha sido generoso, compartido, amable y un verdadero caballero  conmigo.  Tiene un gran corazón. Sus historias de vida y sus decisiones son asuntos que debo respetar, como es exigencia entre todos los que comparten anécdotas, aventuras, sentimientos de amor y lealtad por los lazos que te unen a la gente que quieres.

En mi formación familiar, siempre se me inculcó honrar la amistad y   hablar con la verdad, por mucho que esta pueda lastimar.   La honestidad  debe ser factor inminente entre los buenos amigos, pero también debe prevalecer la prudencia.  Tal vez no todos estamos preparados para escuchar que nuestro comportamiento no es el que nuestros  amigos creen que son los correctos para nosotros y también, por el otro lado, no nos podemos investir en jueces y verdugos de las decisiones que tome la gente que amamos.  

Ya lo dice la canción: "Los caminos de la vida no son como yo pensaba",   y es en donde reflexiono, que no soy nadie para criticar o tratar de cambiar los trayectos de vida que cada quien escoge, y que es muy su gusto vivirlos a su estilo, aunque muchas veces  yo no esté de acuerdo.

No quiero caer en argumentos repetitivos ni  hacer uso de esta tribuna para ventilar mis asuntos personales, pero por el respeto que le debo a los valores que me inculcaron mis padres, debo reiterar mi respeto por quienes se hayan incomodado por mis comentarios y dejar bien claro, que no soy yo el que decide las historias de vida que cada persona elige a  su manera.

La gente gay  siempre exige —yo entre ellos— respeto y tolerancia, y creo que debo empezar por mí mismo y ser ese juez que por su propia casa empieza. Ojalá que un día no muy lejano, mi amigo y yo tratemos de unir las piezas de ese vaso que se rompió, y bebamos de  nuevo las glorias que nos regala la vida, la alegría y los  buenos momentos, que con él siempre han sido maravillosos. No han habido más repercusiones que el alejamiento. Pero es mi deber  tomar responsabilidad de mis actos.

Aprovecho de pasadita para disculparme con otros amigos gay   y bugas —heteros— a quienes he ofendido con algunos comentarios fuera de lugar, de quienes he revelado cosas muy íntimas que me fueron confiadas y de quienes también, en su momento, intenté modificarles la vida y hablar mal de sus amistades. 

La columna de hoy ha sido catártica y me ha liberado de fantasmas que de algún modo, tampoco me dejaban caminar tranquilo por los senderos de mi propia existencia.

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