‘Ojo de loca, no se equivoca’

Sexo 08/04/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:07
 

Estos individuos son quizá los más detestados en la comunidad gay.   Su apariencia y su comportamiento los hace evidentemente homosexuales a la vista de cualquiera, pero más ante los gays. 

Bien dicen que "ojo de loca no se equivoca" y si alguien tiene un radar para distinguir a otro hombre homosexual somos nosotros mismos.

Se les llama de clóset porque se asocia con la sensación de encierro.

El "closetero homofóbico"  es aquel que para disimular su preferencia  (la cual es obvia), se dedica a hablar mal de los homosexuales, cuando dentro de él quiere liberarse y gritar a los cuatro vientos que le gusta la mazacuata.  Usan indiscriminadamente palabras como joto, puto, maricón, etcétera, como un escudo antes de que se las griten a él otra personas. Por lo regular buscan una "novia" que les ayude  a montar el teatrito del chavo macho con una vieja —casi siempre guapa— para que no anden hablando por ahí.  Muchas de estas mujeres o son sus mejores amigas y les hacen el paro o de plano son unas verdaderas “ingenuas” que ni idea tienen de lo que ven más allá de su nariz.

El “closetero faldero”  es el que se queda a vivir con su mamita querida y le dedica todo el tiempo, no la desatiende ni la deja hacer nada para callarle la boca a la santa señora y a toda la familia del por qué nunca se casó.  Este tipo de closetero es en la mayoría de los casos muy religioso y no falta a misa los domingos, pero más que nada, para ver  a los hijos de las otras familias que también tienen a su "closeterito" en casa.  Digamos que estos fulanos "se huelen" entre ellos. Cuando a un hombre heterosexual, seguro de sí mismo y de su sexualidad, le hacen una broma diciéndole maricón, éste ignora a quién se lo dice y/o se ríe de la broma y no presta atención.    Al "closetero" no le puedes hacer este tipo de comentario o bromas porque enseguida arde en llamas de furia y se pone a la defensiva como gata boca arriba y trata por todos los medios de convencerte que lo suyo, lo suyo, es la panochita, aunque después de pronunciar la palabra, traga saliva en seco y aguanta el vómito.

En esa horrible oscuridad, en la que muchos closeteros viven, temen dejarse ver en bares gays y entonces buscan por la noches a las prostitutas transexuales (hombres con senos y apariencia muy femenina, pero que conservan el pene) y les pagan para tener sexo con "ellas". 

 Quizá —opinión muy personal— al llegar a casa se justifican a sí mismos al pensar que no tuvieron sexo con un hombre, aunque le hicieron sexo oral al miembro de la chamaca y/o se dejaron penetrar.  Era mujer, dirán.

Sin embargo, el closetero más despreciado es aquel que para ocultarlo, se casa con  una mujer, tiene hijos y lleva una muy falsa vida familiar.  Hace daño a quien engañada confió en sus mentiras, se hace daño a él mismo por mantener una farsa día con día, en una angustia y desesperación que de algún modo son su gran castigo por no abrirse de frente a la vida aceptándose tal cual y mostrándose al mundo como un ser libre de elegir su propia sexualidad.

El mundo y la sociedad han cambiado mucho y no es que la homosexualidad deba ser algo que deba pregonarse a los cuatro vientos y con toda la gente, pero tampoco debería ser algo que cause vergüenza o pena el decirlo.

El día que todos podamos amar sin prejuicios y sin miedos, podremos construir un planeta donde todos y todas podamos convivir y ser felices sin juzgar lo que hacen los demás.

Debemos sentirnos más orgullosos de nuestra preferencia sexual y del mismo modo, fortificarnos como comunidad para que podamos alcanzar la dicha de tener una vida más grande, más justa y más digna.

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