‘Te prefiero pu... que lesbiana’

01/04/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:08
 

Te prefiero puta que lesbiana... Es el grito desgarrador de una madre al enterarse que su hija tiene preferencias por gente de su mismo sexo.

"Mejor, no hubieras nacido".     "Mejor asesino, que marica".   "¿Qué castigo estaré pagando?”. Estas y muchas más son frases que padres y madres han repetido por años y años.

Asocian la preferencia homosexual con un delito.  Con algo que no es correcto ni moral.  Con faltas a las buenas costumbres y  las leyes de Dios y de la sociedad.

Sixta encuentra a su hija en un bar de homosexuales y la ve besándose con otra chica.  La aborda, la jala del brazo, le cruza la cara cuatro veces a cachetadas y le grita que se largan de ahí porque ese no es un lugar para ella, y mucho menos para que se esté fajando con "esa" tipa.  

Después de un par de meses de escuchar pláticas entre sus amigos gay, de haber visto a su hija en lugares de diversión gay, Silvia decide ir a cerciorarse de lo que —aún se niega— cree que es sólo un chisme sin fundamento o comentarios mal intencionados. Pues no, ahí está su primogénita, su gran orgullo como madre —es arquitecta— y la hija que siempre le llenó  los ojos de lágrimas por tantos y tantos éxitos desde su niñez, ahí está...  en los brazos de otra mujer, pegaditas, mucho faje y mucho beso. Mordidas de oreja y risitas pícaras, mientras las manos agarran nalgas, chichis y cabellos  mojados por el sudor que provoca el baile y el cachondeo.

"Mamá... estás haciendo un oso".

"Qué oso ni que la chingada, tú te vas conmigo y en la casa hablamos.  Hija vámonos, estás confundida, esto es sólo una moda, pero ya se te pasará... anda vamos y te prometo que todo estará bien".

Melisa se zafa del brazo castigador y la enfrenta sin miedo. 

—No mamá, ésta es mi novia, ésta es mi vida, es lo que yo quiero y es lo que me toca vivir... no soy un monstruo ni soy una pecadora, ni soy una delincuente... si tú lo quieres ver así, ya es tu problema, pero lo mío, mi vida, mis preferencias y lo que me hace feliz, es estar con ella, con mi mujer... vete tú si gustas, pero ni aunque me lleves a rastras creas que voy a cambiar mi estilo de vida sólo porque a ti se te da la gana o porque crees que no es bueno para mí.

Sixta estalla en llanto y mira alrededor buscando apoyo. No sabe qué hacer, no sabe qué decir, no sabe en qué "falló", no sabe cómo explicarse lo que está pasando.   

Ella ha sido por años amiga de muchos chavos gays, es "perra" como ellos, se divierte horrores, les aconseja, les consuela, les indica cuál es el chavo que es bueno para ellos y cuál el que sólo quiere sacar provecho.  Los  cuida como si fueran sus propios hijos, y en muchas ocasiones les ha llegado a regañar por su mal comportamiento o por el abuso del alcohol y/o drogas.

"En el fondo son buenos chicos", se dice a sí misma.

Pero, ¡oh, sorpresa!, ahora es su hija la que está metida en ‘ese ambiente’,  ese que Sixta tanto compartió con sus mejores amigos y amigas, ahora se vuelve gris, sombrío, sucio, pervertido, malsano, incómodo, indecente, asqueroso. Su hija está metida en ese mismo ambiente que ella tiempo atrás tanto festejó. 

Es muy triste saber que aún hay muchas familias por ahí que creen que ser homosexual es algo que debería ser "penado" como si se cometiera el peor de los crímenes o como si se pudiera curar con dos aspirinas y ocho horas de sueño.

No familias, sus hijos e hijas  son tan humanos y  dignos de compartir el  mismo planeta y las mismas bondades del mismo. No empuñamos armas, ni secuestramos gente, ni nos escondemos tras   largas sotanas para abusar de menores. También pagamos impuestos, hacemos la verificación y ponemos la basura en su lugar. 

No somos el anticristo, ni  la peor influencia que puedan tener los vecinos adolescentes de la colonia.  

Alejar a sus hijos por su preferencia sexual es un dolor que pega de ambos lados.  Nosotros no queremos irnos lejos de ustedes, y ustedes en su corazón tampoco lo desean.

Dialogar con sus hijos es la mejor manera de llegar  a un entendimiento y un abrazo que nos una de por vida.

“Te prefiero lesbiana y exitosa".   "Si eres gay, eres mi hijo y te amaré siempre". "Mi gran orgullo eres tú, y soy feliz con verte feliz".

Esas son las frases que deberían ser pronunciadas por  una madre o un padre a su hijo gay o a su hija lesbiana. Decían las abuelas: "Lo que menos has de querer, en tu casa lo has de tener".

[email protected]

Google News - Elgrafico

Comentarios