El poder de la voluntad

Vida 30/05/2017 05:00 Víctor Jiménez Actualizada 05:04
 

Las intenciones, los propósitos que nos hacemos, determinan quién alcanza sus metas y quién no. Estamos hablando de pequeñas aspiraciones que podemos cumplir fácilmente, siempre y cuando dirijamos y enfoquemos nuestra atención en esa dirección. Así nos será más sencillo tomar los pasos necesarios para lograr un objetivo.

¿Hacia dónde quieres ir? Establecer una intención es algo que se necesita hacer todos los días, y se debe tener en mente durante la jornada. El propósito que te haces fija la dirección en que quieres moverte. Es como decir: “Esto es lo verdaderamente importante para mí hoy”. Una buena idea es establecer una intención por la mañana, al despertar. O podría ser antes de salir al trabajo o la escuela, o al llegar a casa después de un día intenso de actividad.

Piensa qué quieres para ese día: mantenerte en armonía, hacer un uso eficiente de tu tiempo, observar las experiencias agradables, poner más atención a tu entorno, actuar de manera respetuosa con tus compañeros de trabajo, hacerle saber a quien amas que estás feliz de que esté en tu vida. Qué buena manera de comenzar el día, ¿no crees? 

El gran valor de lo pequeño. Una intención pequeña o sencilla puede formar parte de una mayor. Por ejemplo, tener el propósito de respetar a los compañeros de trabajo puede formar parte de la intención mayor de mejorar las relaciones. Es importante que te concentres en pequeñas metas a corto plazo (hoy), pues así te será más sencillo alcanzarlas. 

Cuando te propones una meta a largo plazo, la ves como inalcanzable. Cuando avanzas paso a paso, llega un momento en que, si volteas hacia atrás, te das cuenta de que has andado un buen trecho y de que estás más cerca de tu meta. Con cada paso que das hacia delante, te acercas más y más a tu objetivo. Pensar esto puede ser altamente motivador. Tenlo en mente. 

Atención e intención. Imagina cómo sería tu vida si cada día, no sólo por la mañana, sino a lo largo del día, tuvieras presentes tus propósitos. La atención es esencial. Cada vez que te distraigas de tu intención del día dirige tu atención hacia ésta. Por supuesto, necesitas estar atento a pensamientos, acciones y sensaciones. Si tienes una intención, lo que funciona es volver a ella  cuantas veces sea necesario. Es un recordatorio de lo que quieres conseguir. Redirige la atención, cuando ésta se pierda. Al recordar tu intención durante el día, asegúrate de hacerlo en presente, como si ya estuviera ocurriendo: “Estoy usando mi tiempo con eficiencia” o “Respondo a las demandas de mi jefe con amabilidad y buena disposición”. Formularlo así es mejor que decir: “Quiero usar mi tiempo…” o “Me gustaría responder a las demandas…” ¿Por qué funciona usar el presente y expresarlo como si fuera un hecho? Porque decirlo así refuerza tus acciones si ya las estás llevando a cabo; si no, te recuerda tu propósito.

Enfócate en lo verdaderamente importante. Seguramente la intención que te propones tiene que ver con lo que es valioso para ti. En cuanto despiertes, antes de salir de casa o al llegar al trabajo, ten claro qué aspiras conseguir ese día. Te podría ayudar llevar un registro que te recuerde si estás cumpliendo con tu aspiración. Hazlo al final del día. Si no practicas tu intención, no te atormentes ni te castigues. No. El uso de la fuerza y el maltrato hacia ti mismo no sirven de nada. Sólo observa con paciencia  si hiciste lo que te propusiste o no. Esto requiere de una actitud de aceptación y bondad amorosa. También involucra ser paciente, saber que quizás no has conseguido lo que te planteaste, pero que estás en el camino hacia esa meta. Es cuestión de que pongas esto en práctica. Hazlo y observa qué efecto tiene en ti.

 

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