Aprende a vivir tu duelo

27/10/2015 03:00 Víctor Jiménez Actualizada 03:00
 

En algún momento de nuestras vidas, todos sufrimos la pérdida de alguien querido: un amigo que murió en un accidente, la tía que falleció después de una larga agonía, el primo que no sobrevivió a su enfermedad. Sentir pena y dolor por la pérdida es normal y natural dada nuestra relación con el difunto. Cada quien, de forma distinta, siente y expresa este dolor, la pena y las emociones que provoca la muerte. Sólo uno sabe cómo se siente ante la pérdida. 

Como sea que lo vivamos, el duelo generalmente sigue un proceso de entendimiento, aceptación y ajuste. El propósito final de este proceso no es olvidar a la persona, sino aprender a vivir con su ausencia. Cada uno vive su duelo de manera diferente. Patricia, una trabajadora social, cuenta cómo vivió el duelo por la muerte de su esposo y las diferentes etapas que atravesó en ese proceso:

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El impacto y la negación

Febrero 16. “El choque emocional me hizo sentir aturdida, como si hubiera recibido un golpe en la cabeza o como si estuviera inmersa en un sueño. Ahora entiendo, era como si quisiera protegerme del golpe emocional o aminorar la fuerza de mis sentimientos. Esta sensación me duró unos días. Recuerdo que, en un intento por mitigar mi sufrimiento, pensaba cosas como: “Ahora ya está descansando, es mejor así”. 

 

Montaña rusa emocional

Marzo 28. “Al caer en la cuenta de la realidad, ‘mi esposo ya no va a volver’, me derrumbé emocionalmente. Me costaba creer lo que estaba viviendo. Lloraba sin parar, sentía que no tenía ningún control sobre mi vida, experimentaba emociones opuestas: tristeza y alivio, amor y enojo. Entonces, aparecieron estos síntomas: sensación de ahogo, opresión en el pecho, desesperación, inquietud extrema, nostalgia, irritabilidad, aislamiento, apatía, pesimismo”. 

 

El trabajo emocional

Mayo 13. “A partir de esta fecha vino la convalecencia. Tuve que echar mano de todo mi valor y dedicar tiempo a mi recuperación. Un grupo de apoyo al que asistí y el padre de la iglesia me ayudaron a liberar el dolor, enojo y la culpa. Fue la fase más dura del proceso de duelo. Reviví mi historia con él, lo agradable y desagradable. Había estado idealizándolo. Tuve que ver la relación de forma más realista, recordar los aspectos desagradables, agresivos, violentos y conflictivos de nuestra relación. Fue el momento de resolver los asuntos pendientes con él. Fue la etapa más larga y dura del proceso”.  

 

Una nueva mirada 

Octubre 15. “Poco a poco fui dejando atrás las emociones intensas y comencé a ver el mundo con mayor claridad. Fue como si antes hubiera estado mirando las cosas con un par de anteojos ajenos. Llegó el momento de evaluar lo perdido, aquello con lo que cuento y lo que aprendí de esta pérdida. Fue un tiempo de mucha reflexión. Me di cuenta de lo bueno que trajo a mi vida esta etapa de gran sufrimiento: valoré más mi propia vida, la compañía de otras personas, la importancia de tener el apoyo de familiares y amigos, y saber recibir en tiempos difíciles. Fue entonces que comencé a considerar cambios importantes y proyectos nuevos para seguir adelante con mi vida”. 

 

Apertura a la vida

Enero 10. “Ahora ya no me sentía en deuda con él. Me sentía agradecida por el tiempo compartido en esta vida. Era hora de dejarlo partir, bendecirlo, sabiendo que siempre vivirá en mi corazón. Sólo entonces encontré la sanación a nivel profundo. Estaba lista para invertir mi amor y energía en mi propia vida y seguir adelante”. 

 

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