¡Que no te avergüencen!

Vida 20/02/2018 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 05:20
 

“Eres un tonto. ¿Cómo es posible que aún no sepas resolver esa operación?”, le dice un padre a su hijo, aunque también podría ser el profesor a su alumno. En el trabajo, frente a todos, la jefa hace sentir a su empleada como si fuera la más ineficiente del mundo porque cometió un error. En el consultorio, el médico denigra a su paciente porque no ha seguido el tratamiento al pie de la letra. Lo hace sentir deficiente, impotente e inútil. ¿Alguna de estas situaciones te suena conocida? Quizás la has experimentado o has sido testigo de este tipo de trato. A todos en algún momento de nuestra vida nos han avergonzado en situaciones similares a las aquí descritas.

¿Cómo se siente la vergüenza? Uno se siente aniquilado, confundido, con el estómago revuelto, paralizado, lleno de rabia, empequeñecido, deseando desaparecer, como si te hubieran clavado un puñal en el corazón o te hubieran dado un golpe bajo. Así se siente la vergüenza. Se queda uno sin palabras, sin poder pensar y con el único deseo de huir.

La vergüenza es un arma que algunos utilizan para devaluar y descalificar a otros. Al avergonzar a los otros, la persona descalificadora trata de reafirmar su propio poder frente a ti. A veces lo hace a propósito, en otras ocasiones sin darse cuenta. Lo cierto es que, aunque te equivoques o hagas algo mal, no mereces ser avergonzado o humillado. El otro siempre puede señalar tus errores sin hacerte sentir indigno o degradarte. Lo que te dice y la forma en que te lo dice es su responsabilidad. Tu responsabilidad consiste en admitir tus errores y tratar de enmendarlos, hacer algo para evitarlos.

Encuentra tu propio poder. Para hacer frente a una situación avergonzante, debes encontrar tu propia fuerza. Estas son algunas de las medidas a tomar, propuestas por la experta en psicoterapia F. Diane Barth cuando alguien pretenda avergonzarte o de alguna manera te avergüence:

Tómate un tiempo antes de actuar o reaccionar. A veces también es necesario tomar un poco de distancia del agresor. Quizás experimentes una especie de parálisis. Entonces, dale a tu cerebro tiempo de retomar su funcionamiento, ver las cosas más fríamente, sin tanta emoción, y responder en tu defensa. Puede ser necesario abordar el tema en otro momento, no de inmediato. Toma el tiempo necesario para entender qué hay detrás de la actitud avergonzante o humillante de esa persona en particular. A menudo esta actitud tiene que ver con algo que le hiciste, y quiere vengarse. Considera esta opción. Por ejemplo, quizás no quisiste salir con él en plan de pareja, no la quisiste (o pudiste) ayudar cuando te lo pidió, o se siente amenazado por tus capacidades y habilidades.

No te eches la culpa. Admite tus errores y expresa tu intención de poner atención para no equivocarte más. Si te disculpas cuando alguien te está avergonzando, corres el riesgo de que esa persona trate de avergonzarte aún más. Contraatacar tampoco es una buena idea, pues esto sólo le echará más leña al fuego y podrías salir muy lastimado.

Utiliza tu lenguaje corporal. A veces funciona, sin palabras, mirar fijamente al otro, expresando sorpresa, por ejemplo, con la boca abierta, mostrando incredulidad ante lo que escuchas. Quizás se dé cuenta de su actitud y obtengas una respuesta positiva, que se sienta avergonzado. Pero igualmente podría no darse cuenta. Lo importante aquí es dejar en claro que su conducta es inapropiada.

Habla en privado. Cuando estés en calma, comenta lo sucedido, cómo te sentiste y tu renuencia a aceptar esa forma de actuar agresiva. Hazle saber que puede hacerte ver tus errores o llamarte la atención de una manera respetuosa porque, como todos, mereces respeto. Aclarar las cosas de manera clara, directa y respetuosa te dará fortaleza. Esta es la forma de recuperar tu poder y valor en esa relación.

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