Menos autocrítica, más autoapoyo

Vida 15/08/2017 05:00 Víctor Jiménez Actualizada 05:04
 

“Cuando empecé mi terapia, creía que el problema principal de mi infelicidad crónica era el estrés o los problemas en mi matrimonio. Conforme avanzamos en la terapia, me di cuenta de que si bien era muy crítico con los otros, las críticas más feroces las dirigía hacia mí mismo. Había copiado esta forma de ser de mis padres, que tenían expectativas exageradas de mí. Ahora lo entiendo, ya de adulto, yo mismo empecé a tener la misma actitud juiciosa y reprobatoria de mis padres. He tenido que reformular mis creencias y encontrar mis propios valores para ser yo, y no una mala imitación de mis padres. Hoy no puedo decir ‘ya no me afecta en nada esa experiencia de reproche y exigencia por parte de mis padres’, pero cada vez soy menos duro conmigo mismo. He aprendido a darme un trato afectuoso, respetuoso y gentil, un trato como el que merezco me den los demás”, Javier, 39 años.

En la historia de Javier, cuyos datos de identificación han sido cambiados, vemos cómo la apreciación de uno mismo y el estado de ánimo son afectados por la autocrítica.

Cualquier beneficio derivado de la autocrítica, como evaluar los errores, cultivar la humildad y hacer cambios positivos, desaparece cuando el daño al bienestar mental y emocional es mayor, como en el caso de Javier.

La autocrítica crónica no sólo daña la autoestima, también está asociada a la depresión, ansiedad, insatisfacción con la imagen y los sentimientos de poca valía. Imagina el efecto que tiene decirte constantemente a ti mismo cosas como: “Soy un fracaso”, “No puedo hacer nada bien. Siempre echo a perder las cosas”, “No soy lo suficientemente bueno” o “Nunca voy a mejorar”. Con estos pensamientos, la opinión de ti mismo no será la mejor, te sentirás desvalido e incapaz y llegarás a la conclusión de que “eres” todo eso que piensas: defectuoso, incapaz, malo, un fracaso. Así es fácil llegar a sentirte ansioso o deprimido, pues estás convencido de que nadie va a querer a una persona como tú.

La autocrítica surge cuando nos sentimos desilusionados. Por ejemplo, si cometimos un error, no logramos lo que nos habíamos propuesto o nuestro cuerpo no coincide con las tendencias de moda. Entonces nos decimos, en voz alta o en silencio: “¿Por qué no puedo hacer las cosas bien por una vez en la vida?”, “Seguramente no tengo la capacidad para conseguir esa meta” o “no me he esforzado lo suficiente en el gimnasio. Como puedes ver, detrás de estas ideas hay exigencia.

La autocrítica también aparece cuando experimentamos una pérdida. El caso más común es la separación de una pareja o la pérdida de una amistad apreciada. En estas circunstancias nos decimos algo como: “Debí haberle dado todo lo que me pedía, aunque me quedara sin nada”. La autoexigencia está presente en este pensamiento.

El miedo al rechazo o a ser señalados puede hacer que brote la autocrítica. Pensamos con preocupación acerca de lo que dirán nuestros amigos ante una relación no lograda:

“¿Cuándo voy a aprender? Ya sé que no me conviene andar con ese tipo de personas”.

Nos criticamos duramente cuando nos comparamos con otros y nos concentramos en nuestras carencias. Entonces basamos nuestra autoestima en cómo imaginamos que nos perciben los demás y tendemos a verlos superiores. También nos criticamos a partir de la convicción de que no podemos cumplir con ideales. Una forma de contrarrestar el efecto de la autocrítica consiste en proponernos ser más compasivos y comprensivos con nosotros mismos, reducir los juicios hacia nuestros actos, pensamientos y emociones, y ser más aceptantes de los aspectos de nuestra personalidad que rechazamos.

 

Google News - Elgrafico

Comentarios