Cuando el miedo está de más

15/07/2014 03:00 Víctor Jiménez Actualizada 22:07
 

¿Quién no ha sentido temor ante la posibilidad de un accidente, una enfermedad o catástrofe? La probable pérdida del trabajo o de una persona querida nos provoca desasosiego. El miedo tiene una función positiva y necesaria para la vida, pues nos ayuda a protegernos; nos da energía y moviliza para hacer frente a los desafíos cotidianos.

Nacemos con esa capacidad que funciona a través de dos sistemas. El sistema vegetativo trabaja de manera inconsciente, sin el control de nuestra voluntad: el miedo incrementa la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca para transportar más oxígeno a los músculos y así estar listos para responder mejor ante un problema. El sistema hormonal libera adrenalina que influye para darnos más energía. Como reacción al miedo también se incrementa el nivel de azúcar en la sangre.

A pesar de ser una reacción natural, el temor puede convertirse en angustia. Esta segunda expresión del miedo se vive como preocupación permanente e inseguridad. No es natural, sino el producto de nuestros pensamientos. Al contrario de la reacción natural a una amenaza, la angustia nos paraliza, nos impide dormir y nos desgasta. Las reacciones del organismo ante la angustia son las mismas que para el temor, pero en mayor intensidad.

Es la perturbación angustiosa la que más daño hace a nuestro organismo y a la que recurrimos con bastante frecuencia. Es más, muchas personas se hacen adictas a los síntomas de la intranquilidad. Para evitar caer en este mal hábito del pensamiento y mal uso de la mente, he aquí algunos hechos con respecto al miedo angustioso (Baum, J.: 2006).

El miedo le echa leña al fuego. Añade energía al problema que enfrentas, lo hace más grande de lo que es. Prestar demasiada atención a una posible mala solución hace que veas el problema más grave de lo que realmente es.

El miedo retrasa la solución. Como te quita energía vital, te toma más tiempo hallar la solución a un problema. Si en lugar de tomar medidas, te dedicas a angustiarte, inviertes energía valiosa en algo que no reditúa.

Sentir miedo no mejora ni evita la situación. Sólo piensa en lo siguiente: ¿Tu miedo a los desastres naturales hace que no ocurran? ¿El miedo al rechazo de tu propuesta amorosa te lleva al amor? Con bastante frecuencia, la angustia se origina en temores innecesarios y absurdos, mediante los cuales pretendes lograr algo positivo que nunca sucede.

El miedo atrae muchos más temores. Una vez que se instala, atrae otros temores como si fuera un sol que arrastra los planetas con su fuerza gravitacional. De repente te encuentras lleno de temores, sin saber qué hacer con ellos.

Uno provoca sus miedos. Tus pensamientos, creencias y supuestos te hacen percibir algo como digno de temer. Es la interpretación que haces de los hechos lo que te intranquiliza. Revisa cuáles de las cosas que das por hecho tienen un verdadero sustento.

Es importante distinguir entre el temor natural, positivo y el creado por nuestra mente Ese que nos bloquea, nos lleva a sufrir sin resolver, el que nos lleva al agotamiento o a los ataques de ansiedad. Siempre tenemos la posibilidad de elegir qué pensar. Hay que dirigir nuestra atención y energía hacia las soluciones y la realidad objetiva, para no caer en la angustia innecesaria.

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