Consumismo: ¿pasatiempo frívolo o adicción?

11/11/2014 03:00 Víctor Jiménez Actualizada 22:29
 

Comprar es como rascarse la comezón. Y los compradores compulsivos no aguantan las ganas de rascarse, deben aliviar la urgencia. No se dan cuenta de que, tal como sucede con la comezón, si no se rascan, ésta desaparece en algún momento, dice April L. Benson, psicóloga de la Universidad de Nueva York, especialista en el tratamiento de compradores compulsivos. Pero no sólo a los adictos a las compras les cuesta retrasar la adquisición de eso que “deben” tener. Según estudios realizados, una de cada 20 personas se deja llevar por las compras impulsivas y hace gastos innecesarios.

Muchos tenemos un poco de este deseo irrefrenable de comprar, aun cuando conocemos las consecuencias en nuestras finanzas y relaciones. Así, algunos gastamos más de lo planeado, nos endeudamos con cosas que no podemos pagar o compramos artículos inútiles que sólo acumulan polvo en el clóset.

Otros practican el consumo como terapia: para escapar de las carencias afectivas y la soledad; como un “curita” para las heridas; como un paliativo cuando las cosas no van bien; o como remedio para la tristeza y los problemas. Parece increíble, pero hay quienes van de compras porque no se les ocurre qué más hacer con su tiempo. Estas son compras por deporte o diversión.

¿Por qué las compras son adictivas?
La actividad de comprar produce dopamina, el mismo químico que se secreta cuando se tiene sexo o se consume cocaína. Esto explica por qué una persona desmoralizada se siente reconfortada o energetizada al ir de compras. Una persona abatida se enfoca más en sí misma, se devalúa y menosprecia sus posesiones. Entonces surge la fantasía de que adquirir nuevas cosas le traerá satisfacción y alivio, que sus nuevas adquisiciones le harán sentir especial.

Pero, al igual que con el sexo y algunas drogas, el efecto es temporal, advierte Lorrin Koran, psiquiatra de la Universidad de Stanford. El efecto placentero de la dopamina le da a una actividad trivial, bien aceptada socialmente, como salir de compras, el potencial de convertirse en una seria adicción. Y ya conocemos las consecuencias del consumismo frenético: un mal historial crediticio, desfalcos, deudas masivas que crecen día a día, ansiedad, pérdida de control, relaciones familiares problemáticas y trabajo excesivo (dos o tres empleos) para pagar las deudas.

¿De dónde surge la tendencia al consumismo?

Una de las raíces de la actitud consumista está en la niñez, dice el destacado psicoanalista británico Patrick Casement. Si sus padres no cubren las necesidades afectivas de los niños, éstos últimos recurren a juguetes, y en ocasiones a la comida, para sustituir el amor faltante.

En la edad adulta, repiten esta búsqueda de satisfacción en lo material cada vez que experimentan una emoción desagradable. Esto sienta las bases para una conducta consumista, que se refuerza con el materialismo en nuestra sociedad y las facilidades para la adquisición impulsiva de bienes y productos innecesarios: las compras en pagos diferidos “sin intereses”, las tarjetas de crédito y las compras con un “click” en internet.

¿Qué se puede hacer?
Remedios para una actitud consumista hay muchos, desde la participación en grupos de 12 pasos de Deudores Anónimos hasta la prescripción de antidepresivos para superar la compulsión, en los casos más severos. Algunos remedios conductuales son: retrasar la compra 24 horas para evitar actuar por impulso, concentrase en necesidades y no en deseos, y reemplazar las compras con otras actividades placenteras: una clase de baile o una reunión con amigos. Identifica el problema a tiempo y evita ser víctima de las compras por impulso.

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