¿Eres de los que se quedan callados?

08/07/2014 03:00 Víctor Jiménez Actualizada 21:29
 

Javier es de los que se quedan callados. Da prioridad a los deseos, pensamientos y sentimientos ajenos y sacrifica los propios. Esto le provoca tensión, estrés, ansiedad y resentimiento porque debe hacer un gran esfuerzo para contenerse y reprimir lo que en realidad le gustaría hacer: hablar, expresarse.Callar no es malo, pero callar siempre, o estar siempre de acuerdo con los demás, daña la autoestima. Si no damos valor a nuestras ideas y emociones, los demás pueden violar nuestros derechos con facilidad. Si nos abstenemos de comunicar qué deseamos, cómo lo queremos, qué opinamos y cómo nos sentimos, perdemos el control de nuestra vida y nuestras relaciones se complican.

¿Por qué callamos?
Callamos debido a creencias basadas en mensajes que escuchamos en la niñez. Incorporamos muchas de estas ideas, las engullimos completitas, sin masticarlas, es decir, sin analizarlas. Algunas creencias equivocadas que nos llevan a callar son:

“Expresar mis opiniones me traerá problemas”. No necesariamente. Quedarte callado trae más problemas que hablar, sobre todo cuando callas lo que te disgusta. Callar hace que germine el resentimiento, que es veneno para las relaciones. Además, quienes se guardan sus emociones e ideas tienen mayor propensión a las adicciones y a las enfermedades. Por donde lo veas, expresar tus opiniones es más benéfico que no hacerlo.

“Decir no ofende a los demás”. Depende de cómo lo digas. Si lo haces de manera agresiva, es posible que las personas se ofendan, pero si dices “no” con firmeza y respeto, nadie tiene por qué ofenderse. Recuerda: no eres responsable de las emociones ajenas. Cada quien decide qué hacer con lo que escucha: ofenderse, eliminarlo o tomarlo en cuenta.

“No tengo derecho a comunicar mis necesidades”. Todos tenemos libertad para expresarnos, es un derecho de nacimiento. Observa cómo los bebés manifiestan sus necesidades por medio del llanto. Quizás aprendiste en tu familia que no debes comunicar tus necesidades y emociones, pues te ignoraban o ridiculizaban cuando lo hacías. Así es como uno se convence de que no está bien expresar las propias ideas y sentimientos.

“Si defiendo mis derechos, hago daño a los demás”. Cuando estás demasiado preocupado por no dañar a otros, terminas haciéndote daño a ti mismo. Es posible defender tus derechos sin violar los ajenos o pisotear a los demás. Expresa tus opiniones de manera respetuosa y sin esperar que los demás las acepten de inmediato o incondicionalmente.

“No tiene caso que me defienda de las críticas”. Permitir que los demás se salgan con la suya cuando estás convencido de que no tienen la razón es un acto de sumisión. “Nada fortalece tanto el abuso como el silencio”, solía decir Leonardo Da Vinci.

“Mostrar mi enojo provoca conflicto”. En tu familia de origen, ¿cómo se manejaba el conflicto? ¿Qué hacían cuando no estaban de acuerdo o se molestaban con alguien? Seguramente callaban. ¿Qué decían tus padres acerca de crear conflictos? Se crea un mayor embrollo cuando las cosas se callan que cuando se ventilan, pues al hablarlas existe la posibilidad de llegar a un acuerdo, mientras que si se callan, esta posibilidad es nula.

Se puede aprender a ser asertivo: expresar los sentimientos, pensamientos, las creencias y opiniones de manera natural y abierta, por supuesto, sin violar los derechos ajenos y sin ofender. Recurre a libros, talleres o a un psicólogo o terapeuta para desarrollar tu asertividad, defender tus derechos e incrementar tu autoestima. Vale la pena, pues las personas que se expresan libremente padecen menos de depresión, tienen una mejor salud en general, obtienen mejores puestos de trabajo y se sienten más satisfechas con su vida.

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