Con ‘aires’ de superioridad

Vida 07/11/2017 05:00 Víctor Jiménez Actualizada 05:02
 

En el fondo, a todos nos gusta sentimos superiores a otros. Y continuamente buscamos hacerlo. Nos gusta pensar que nuestro partido político es mejor que el de los demás. Los conservadores se creen mejores que los liberares y viceversa. Los que profesan una religión están convencidos de que el suyo es el camino correcto a seguir.

El deseo de sentirnos especiales. Este deseo es algo propio del ser humano. Buscar la sensación de superioridad es tan común en las personas como el dolor de cabeza: todos lo experimentamos en algún momento y es prácticamente imposible evitarlo. Para sentirnos especiales o mejores nos comparamos con los demás, nos enfocamos en sus cualidades negativas. También sobrevaloramos nuestras cualidades positivas y negamos las negativas. Así, en el trabajo pensamos cosas como: “Estoy rodeado de idiotas”. Si una amiga se involucró emocionalmente con quien resultó ser un patán, pensamos: “Por lo menos yo me casé con un hombre decente”. Si somos estudiantes, ideamos: “Obtuve la calificación más alta en el examen. Seguro soy el más inteligente”.

Consideramos nuestras ideas mejores que las de los demás. A muchos participantes en realities como “La voz” les cuesta aceptar el rechazo, pues están convencidos de que son sobresalientes. Tendemos a pensar que somos más honestos, confiables y justos que otras personas. Esto lo demuestran miles de entrevistas a personas de distintas profesiones y edades. Por ejemplo, muchos estudiantes se consideran merecedores de calificaciones más altas que sus compañeros.

Un alto porcentaje de personas se creen más divertidas, congruentes, populares, atractivas y merecedoras de un mejor trato que los demás. La mayoría de los conductores de automóviles tienden a pensar que manejan mucho mejor que otros, y se nota en sus comentarios sexistas y devaluatorios.

¿Por qué insistimos en ponernos por encima de los demás? Porque socialmente es inaceptable ser “mediocre” o “menos”. Nadie quiere ser una persona promedio. Esta exigencia social nos empuja a desear ser “más y mejor”, aun a costa de ponernos por encima de ellos. Pero esta superioridad es solo una ilusión, no es real. Cuando nos comparamos con los demás, inflamos nuestro ego y los menospreciamos. A veces no solo inflamos nuestro ego, sino que tratamos de manchar la imagen ajena: “Sí, ha avanzado mucho en su profesión, pero no es capaz de tener una pareja estable”. Así es como “ganamos” en la comparación, al sentirnos mejores a costa del otro. Por unos momentos nos sentimos mejores al ver en otros carencias, características negativas.

¡Auxilio! Mi ego súper inflado se desinfla. Esto ocurre cuando nos comparamos con quien sabe más que nosotros, está en mejores condiciones o es más popular. Y siempre habrá alguien así. Sentirnos superiores a los demás nos aísla socialmente, nos desconecta, pues crea una barrera para una relación auténtica; hace nuestras relaciones difíciles. Nos gusta pensar que somos modestos y humildes, pero no lo somos.

Creemos que nuestros problemas y deseos son más importantes que los ajenos. ¿Cómo se manifiesta esta tendencia en ti.

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