¡Quiero otro cuerpo!

Al día 01/08/2017 05:00 Víctor Jiménez Actualizada 05:05
 

¿Alguna vez has deseado que alguna parte de tu cuerpo fuera diferente? Si es así, no estás solo, pues muchas personas se sienten insatisfechas con su complexión y figura. Algunas llegan a obsesionarse con la silueta perfecta a tal grado que sólo se sentirán bien consigo mismas cuando alcancen ese ideal. En el fondo piensan: “Soy una persona aceptable y valiosa sólo si luzco de cierta manera”.

Tú, yo y muchos más tenemos pensamientos negativos acerca de alguna parte de nuestro cuerpo con respecto al tamaño, la forma y la firmeza de nuestros músculos. Estos pensamientos, reforzados por la presión social, nos llevan a temer el rechazo por cómo lucimos. No queremos ser excluidos, señalados, criticados o sentir vergüenza por nuestra figura. Sin embargo, la realidad es que nos sentimos así. No cumplir con las exigencias sociales, apoyadas por la presión del culto al cuerpo, derivado de la publicidad, supone una amenaza. ¿Cuál? La de quedar fuera de los “elegibles” para pareja o los “antojables”.

La pérdida de la confianza. Así, dejamos de sentirnos seguros de nosotros mismos, para asegurarnos continuamente de que no se noten los kilos de más, las llantitas, las piernas flacas o la barriga por haber dejado el gimnasio. No sólo eso, también nos avergonzamos de la nariz aguileña, la cabeza calva, el cuerpo en forma de pera, las huellas del acné, el pecho “demasiado grande” o “muy pequeño”. Estar tan pendientes de esto, como es de imaginar, involucra una gran inversión de energía mental y emocional. Pero también provoca un desgaste físico innecesario.

Todos estamos en el mismo barco. Algunos nos preocupamos por una característica física y otros por la silueta en general. Muchas veces nos sentimos como si fuéramos los únicos a quienes preocupa la imagen corporal. Y no es así. Es sólo que no todos hablan acerca de cómo se sienten con respecto a su físico. Hay una vergüenza latente provocada por no cumplir con lo esperado, por sentirse “defectuoso”, simplemente por tener una estructura física diferente a la que se muestra en las revistas  o en las series de televisión. Muchos nos sentimos mal por no tener un físico como el deseado, para convertirnos en “deseables”.

Inevitablemente imperfectos. Si observamos  a la gente en la calle, y hacemos un conteo, descubriremos que un mínimo de personas tiene una figura como la prescrita por las tendencias. La gran mayoría es “demasiado” alta, baja, gorda, delgada. Otros tienen las piernas muy juntas o curveadas. Algunos más tienen pies grandes y manos pequeñas, un torso ancho y cadera muy estrecha. En fin, todos somos diferentes e imperfectos de acuerdo con los cánones  de belleza.

Reconocer la amplia variedad de formas del cuerpo humano nos podría acercar al aprecio y valoración de nuestro tamaño y volumen. Así podríamos ser más amables al pensar acerca de nuestra complexión y figura. Podríamos evitar agredirnos con pensamientos o comentarios negativos o denigrantes acerca de alguna parte de nuestro físico. Podríamos, incluso, interiormente, en silencio, hablarle amorosamente a cada parte integrante de nuestro organismo.

Aprecio y agradecimiento. Una buena manera de ser más amables con nuestro cuerpo consiste en apreciar y agradecer cada órgano y miembro de éste. Hacer una revisión parte por parte, agradeciendo su función dentro de nuestro diario existir incrementa el aprecio por nosotros mismos. Y si nos detenemos  en esas partes que tendemos a rechazar, mucho mejor. Al enviarles nuestro aprecio, contribuimos a eliminar un poco de la vergüenza por tener medidas perfectamente imperfectas.

 

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