Conflictos con abuelos consentidores

ZONA G 19/08/2018 15:25 Redacción Actualizada 15:25
 

Por Irma Gallo

Según la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social (ENESS) de 2013, tres millones de niños se quedan en casa y 61% de ellos están a cargo de la abuela. Las razones son muchas, pero entre las principales destaca que cada vez más mamás y papás tenemos que salir a trabajar para aportar al ingreso de nuestros hogares, y las jornadas de trabajo (y las distancias a los empleos) son cada vez más largas, sobre todo en ciudades como la nuestra.

El que nuestros hijos estén bajo los cuidados de sus abuelos tiene ventajas que no podemos ignorar:

Están en un ambiente seguro, con personas de nuestra confianza. Recibirán los cuidados adecuados como alimentación, horas de sueño, según su edad. Si se nos hace tarde en el trabajo, sabemos que podemos recogerlos después sin que nos cierren la puerta o nos cobren cargos extras.

Sin embargo, no todo es color de rosa, y los conflictos muchas veces no tardarán en aparecer (y no es que quiera echarles la sal, pero esto me ha pasado con mi hija y mis papás, que la han cuidado la mayor parte del tiempo a lo largo de su vida):

¿Conocen el viejo dicho?

“Los abuelos están para consentir y los padres para educar”? Bueno, pues muchos se empeñan en llevarlo a cabo al pie de la letra, y cuando nos damos cuenta los pequeños comieron pizza entre semana, jugaron Xbox toda la tarde o son las 10 de la noche y no se han bañado. Consecuencia casi inmediata de situaciones como las que acabamos de describir es que nuestros hijos empezarán a cuestionarnos porqué si los abuelos los dejan irse a la cama tarde, pasarse todo el domingo sin bañar, o comer la cantidad de postre que les dé la gana, nosotros no. ¿Quién tiene la razón, entonces? ¿A quién obedecer?

Lo anterior se llama conflicto de autoridad: nuestros hijos se sentirán confundidos acerca de quién manda, y muchas veces decidirán que la respuesta es simple: el que les conviene.

¿Qué podemos hacer en estos casos?

Establecer una comunicación abierta con los abuelos. Hay que hacerles ver que estamos agradecidos por la ayuda que nos brindan —sobre todo porque ellos ya cuidaron de sus hijos cuando les tocó hacerlo—, pero que es indispensable ponernos de acuerdo acerca de qué van a permitir a nuestros hijos y qué no. Y argumentar por qué tal o cual cosa nos parece aceptable o no.

Es importante también que escuchemos sus razones para tratar con menos rigidez a sus nietos. Quizá estamos tan preocupados por nuestras obligaciones (trabajo, deudas, etc.) que hemos pasado por alto que nuestros hijos también tienen malos momentos, se sienten tristes (quizá se pelearon con algún amigo) o están preocupados por el examen de matemáticas, o sufren de bullying en la escuela, y los abuelos sólo están intentando hacerles más fáciles las cosas.

Y esto me lleva al último punto: hablemos con nuestros hijos. Siempre hay que saber cómo se sienten en esta situación y cuidar que no se vuelvan manipuladores ni con nosotros ni con sus abuelos. Hay que recordarles que estamos muy agradecidos por el tiempo y los cuidados que les dedican sus abuelos, pero que al final quienes mandamos somos nosotros, los papás y mamás, que no se confundan ni se aprovechen de esta situación.

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